Hiede

Vvimos sumergidos entre malos olores. La incertidumbre que padecemos al caminar por las calles, hiede. Permanecer en vilo mientras nuestros hijos salen a divertirse, hiede. Escuchar que “después de las instrucciones dadas por el Presidente, es que se van a ver los cambios en la seguridad ciudadana”, hiede. Las auditorías reveladoras, pero inútiles, hieden.

Que tantos policías y militares estén involucrados en la delincuencia, hiede. Los 40,000 votos anulados en Santo Domingo Oeste, hieden. Que a pesar de tantos miles de millones invertidos en tecnología moderna, aún se estén contando votos (y no tengo culpables favoritos), hiede. La cantidad de expedientes mal instrumentados por los fiscales, hieden. Las descargas de culpables evidentes por parte de los tribunales, hiede.

La inutilidad de los Tucanos, luego de gastarnos más de US$90 millones, hiede. Que la Contraloría gaste $645,198 en un día, comprando hot dogs, pizza, nachos y refrescos, hiede. La progresiva arrabalización del malecón, nuestra más hermosa avenida, hiede. El desborde cloacal en la Plaza de España, hiede y da vergüenza. Hieden aún las cloacas de la calle El Conde, después de haberse gastado 60 millones de dólares en la remodelación de la zona colonial. Que no se implemente la obligación de casco y chaleco numerados a los motociclistas, hiede.

Que unos pocos se hagan ricos exportando carbón, hecho con madera de nuestros desmejorados bosques, hiede. Los apagones sin planificación ni aviso previo, hieden. Que la deuda pública se haya cuadruplicado desde el 2004, hiede. Leer diariamente, con impotencia, sobre un nuevo feminicidio, hiede. Ver publicado un nuevo llamado a licitación para el proyecto de las ruinas de San Francisco, hiede. Ver a Venezuela morir de hambre, mientras la OEA se limita a llamar al diálogo, hiede.

Pero lo que más hiede y frustra, es saber que lo único que se hace para disimular tantos malos olores, es colocarnos un pañuelo perfumado en las narices a través de no menos malolientes comunicadores.