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PUNTO DE MIRA

Es mejor un mal arreglo

La unidad política es una tarea laboriosa. El dirigente tiene que navegar entre posibilidades de acierto o fracaso que nunca están claros. Es un proceloso mar de aguas emocionadas hay que usar el remo del raciocinio. Su grey pide cabezas cuando está en el poder o rebelión en la oposición.

Estamos cansados del mal manejo entre políticos. Ante cualquier adversidad toman las de Villadiego. La disparidad entre puntos de vista es natural. Lo grande es tolerar al equivocado y convencer al obtuso.

Entre los principales colectivos sobrevuela el carroñero divisor. La posible víctima de su ataque es el PLD. Destila un tufo de incomprensión que llega lejos. Tiene una herida de tendencias que apesta. Nuevamente la destreza en el manejo de la contradicción debe hacer presencia.

Es un partido curtido en la lid. Sus dirigentes sobrepasan la edad tolerada para dejarse gobernar por la bravata, pero existe un ánimo de conspiración en la fronda. Hasta la pica virtual se exhibe sin disimulo para atemorizar personas en la senectud. No hay respeto. La nueva ola empuja sin ver las victorias logradas por este grupo. A golpe de temor los quieren llevar hasta la decisión radial.

No luce a la alta dirección del PLD, los que lucen como propietarios de las acciones de la empresa, dejarse llevar por la tremolina y poner sobre la rectangular mesa del Comité Político lo erróneo sobre lo justo. También tienen responsabilidad, los que están en los cabos, pensar que no es un testero lo que representan. Los líderes tienen la responsabilidad de lo que desencadenen. En una competencia presidencial interna Leonel Fernández venció a Danilo Medina. El derrotado emprendió la Gran Marcha. En la profundidad de su retaguardia urdió el retorno. Sanó las heridas, agrupó sus fuerzas maltrechas y se ausentó. Puso su asiento en el palco del silencio del CP, frente al presidente del partido. No se quedó de manos atadas. Tampoco se marchó del partido.

Retornó al fuero para colocarse la tricolor en el pecho con la mano de Leonel. Luego fue éste el derrotado. Como el vencido anterior, hizo pobre presencia de campaña soportando en los labios el acíbar. Permaneció de pie aguantando dicterios con los dedos manchados de un pacto de débil compromiso.

Uno y otro, Leonel y Danilo, saben que partido divido no gana combate. No hay peor cuña que la propia. Es mejor mal arreglo que buen pleito.

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