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Los pernos flojos del PLD

Reducir el debate interno en el PLD al enfrentamiento entre grupos que accionan para alzarse con el control de las estructuras partidarias, es perder la vista en los ornamentos que ocultan las razones reales que conducen a estas discusiones que, como follaje marchito, distraen la atención y nos impiden poner la mira en las ramas, en el tronco y las raíces, canales que alimentan la nube de hojas que entretienen a los desconocedores del problema, o los problemas, que se han sembrado en la profundidad y los puntos sensibles del armazón morado.

Los grupos, y la aparición de subgrupos que proliferan en medio del caos, son el producto del “desvencijamiento” de una estructura que se fraguó a base de una militancia sólida que generó la disciplina consciente. Éstas actitudes tomaron forma, se construyeron sobre cimientos ideológicos, doctrinarios y afianzamiento en métodos de trabajo que daban cohesión y uniformidad a la organización, a pesar de la confrontación de ideas.

El conjunto de piezas con que se armó nuestra formación, encontradas entre las que mencioné en el párrafo anterior y las que se relacionaban con los temas organizativos, propagandísticos, formativos y comunicacionales, fueron unidos por pernos, a los que se les enroscaron arandelas sin descuido y se reforzaron con soldaduras; eran remaches sacados de lo mejor de la sociedad y, como si fuera poco, depurados en la centrífuga de los círculos de estudio para matar los vicios de clase que impidieran la formación de un “Hombre Nuevo”.

Pero aquellos círculos, que eran la puerta de entrada, se derribaron. Entonces para la reconstrucción de la organización, tan necesaria en momentos que se entendía que nos debíamos ajustar a la realidad de una sociedad que no asimilaba la forma de organización peledeísta, se recurrió al crecimiento desmedido, a las falsas militancias, porque crecer era más importante que formar para forjar futuro: muchos pernos defectuosos llegaron, no estaban hechos del acero que se necesitaba para amarrar con firmeza el armazón partidario y comenzaron a aflojarse, y la estructura a moverse, a estremecerse.

Las roscas se torneaban en los círculos, por lo que, desaparecidos éstos, los pernos pasaron a ser simples clavos incapaces de unir con fuerza ideas, métodos, activistas, militantes, Comités de Base, Comités Intermedio, Comité Central, mística, solidaridad, sacrificio, voluntad, entrega, deseo de servir al partido y al pueblo.

Por estos caminos de herrumbres y oxidación, de destornillamiento de lo que fundó Juan Bosch en 1973, andamos. El liderazgo compartido del PLD debe ponerse de acuerdo para apretar los pernos flojos de la organización, y la mejor forma de comenzar es aplicando las resoluciones del pasado congreso, quizás lo que lo salvó de ser una completa caricatura, en la que se reiteró el peligroso cercenamiento de la democracia interna que se viene haciendo costumbre en el partido morado.

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