Tiempo para el alma

“Bendito el Señor; cada día nos colma de beneficios”. Sal. 68: 10.

Nos pasan inadvertidamente y solemos no darnos cuenta de que lo son; los beneficios de Dios en nuestras vidas, la acción de su misericordia sobre sus hijos amados, en quienes se complace; los pequeños y grandes detalles de la naturaleza puestos a disposición de nuestros sentidos.

Vives en una ciudad costera -por ejemplo- y una larga avenida bordea los arrecifes mientras el mar se mece en la plenitud del paisaje; la transitas todos los días, la avenida, y no adviertes ante tus ojos el azul marino, no bajas la ventana del carro para sentir el olor salado único e indescriptible, no levantas ni un poco la mirada para disfrutar de la infinitud de ese cielo “abierto” puesto exclusivamente para ti. La mirada clavada en un Smartphone y te pierdes cada día, cada oportunidad de disfrutar del beneficio que es el disfrute de lo creado. Y hablo de lo físico que llena el espíritu, pero igual de las experiencias del alma de las que nos perdemos por retener una sonrisa, un saludo, por ignorar a los demás o por olvidar un íntimo acto de gratitud.

Dios, mis queridos lectores, nos colma de beneficios incontables que solo reconoceremos y disfrutaremos cuando hagamos un alto en esta obsesiva tarea nuestra de buscar nuestros propios “beneficios”.