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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

Comprendiendo el Concilio Vaticano II

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Manuel Pablo Maza Miguel, S.J.Santo Domingo

Giuseppe Alberigo (1926-2007) ha sido uno de los grandes estudiosos de la Iglesia Católica a través de sus concilios. En su obra, Breve historia del Concilio Vaticano II, en busca de la renovación del cristianismo, presentó así el Vaticano II.

Juan XXIII pensaba en un concilio tradicional, en “una asamblea únicamente de obispos”. Pero esto no contradice el que también buscara “un concilio de transición para una época, para que la Iglesia de siempre pasara a una fase nueva de su camino”.

El Concilio cobró importancia, más como acontecimiento que “como lugar donde elaborar y establecer normas, como fueron las asambleas [conciliares] que le precedieron”.

Según Juan XXIII: “El concilio debería ser el <>...<>. Era excepcional por la coyuntura histórica y las perspectivas extraordinarias que ella abría.

Se trataba de que la Iglesia se renovase en profundidad, de modo que “mostrara a los hombres el mensaje evangélico con la misma fuerza e inmediatez que en el Pentecostés originario”.

Juan XXIII ponía en primer plano, la acción del Espíritu Santo, no la del Papa, ni la Iglesia, ni el propio concilio.

Al convocarse, en un mundo secularizado, suscitó atención e interés.

Según Alberigo, los que prepararon el concilio, renunciaron o no tuvieron el coraje suficiente de elaborar un <> sintético para la futura asamblea.

Los esquemas preparados: eran síntesis del magisterio más reciente, <> del pasado, y no tanto respuestas a los nuevos problemas.

Juan XXIII caminó otros senderos. Siguió un método carismático. Proponía sugerencias vigorosas e inspiradas en la fe y en la coyuntura de la época (un Concilio pastoral, discernir los signos de los tiempos, construir la paz). El Papa Juan, mostró una profunda confianza en el Espíritu y en la capacidad creativa de la asamblea episcopal.

“La Iglesia era invitada a tomar conciencia de que se hallaba ante un mundo nuevo para el que ella debía presentar nuevamente los valores de la igualdad universal, de la pobreza, de la justicia, de la paz y de la unidad cristiana.”

El Papa no dictó el orden del día de los trabajos del concilio, pero en la Gaudet Mater Ecclesia (11 octubre, 1962) trazó: el espíritu, los objetivos y los límites del concilio. “No era deber del concilio <

Juan XXIII reconoció a los padres conciliares como los verdaderos protagonistas del Vaticano II. El Concilio, según Alberigo, encontró su dirección en la propuesta del Cardenal Suenens asumida por el Cardenal Montini: tratar de la Iglesia ad intra et ad extra.

A la luz del contexto histórico, tocaba a la Iglesia: <>.

El Concilio distinguió entre la <>; entre “los contenidos esenciales de la revelación cristiana y los modos en que los hombres a lo largo de los siglos han expresado dichos contenidos con palabras y conceptos de su tiempo. Los primeros eran inmutables, los segundos tenían que ser necesariamente puestos al día.”

A mi entender, todo el Concilio está marcado por la audacia de la encarnación, así lo expresa el mismo Concilio: “Dios [...] para establecer la paz o comunión con Él y armonizar la sociedad fraterna entre los hombres, pecadores éstos, decidió entrar en su historia de un modo nuevo y definitivo enviando a su Hijo en nuestra carne”. (Ad gentes 3).

Alberigo concluye que el Vaticano II ha realizado una “radical inversión de tendencia respecto a la orientación que prevalecía en el catolicismo desde al menos cuatro siglos antes”.

El autor es profesor asociado de la PUCMM

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