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Venezuela va al revés

Venezuela es el país de la ribera caribeña más solidario con nosotros. Es el país más cercano de los lejanos. Tierra extraña pero amada por el patricio supremo de la República, donde vivió su exilio y murió. La historia familiar de Juan Pablo Duarte, recrea mucho de su estadía y de la de otros descendientes de esta familia patricia, que perdieron y gastaron todos sus bienes en la lucha por fortalecer la República Dominicana. Igual suerte corrieron otros patriotas dominicanos en el siglo XX en su lucha y desvelo para el derrocamiento del tirano Rafael Leonidas Trujillo (1930-1961). Entonces, la crisis actual que vive ese pueblo hermano nuestro no puede pasar inadvertida para los dominicanos. Por cualquier lugar que nos desplazamos oímos mucha gente en tono bien exclamatorio, y otros mascullando maldiciones contra Nicolás Maduro y su decadente régimen, e incluso de personas que llegaron a admirar casi como deidad al desaparecido comandante Hugo Chávez. Pero el selvático Presidente venezolano, no ha podido alargar la sombra del mito, es decir, no ha podido garantizar el futuro al “chavismo” más allá de la muerte del coronel. La continuidad de su obra le ha sido imposible, no solo por las razones económicas o presupuestarias derivadas de la crisis de precios del petróleo, sino de la incapacidad de dirección del Estado venezolano, mal gerentado en la peor de las crisis que ha tenido que enfrentar. Los países productores de petróleo más previsores como Noruega, Kuwait, Arabia Saudita, Qatar, Rusia, etc., hoy logran soportar tan ruinosos precios para su industria gracias a las rentas generadas del importante fondo patrimonial como legado de riqueza del petróleo y el gas en tiempo de bonanza. Viven y han logrado seguir adelante de una buena custodia de estos fondos que lograron consolidar. Mientras todo esto es posible en las naciones precedentemente citadas, la súper rica Venezuela hoy se debate en una situación aberrante de escaseces, el vacío es enorme y el desconsuelo palpable: no guardaron para los tiempos difíciles. Toda esa riqueza estimada en billones de dólares fue dilapidada por el carácter dadivoso, el populismo para consolidar el régimen y el interés de intentar construir un liderazgo de dimensión global del mítico coronel.

Hoy los testimonios son estremecedores cuando se refuta esa orfandad de acciones e ideas que circula por todo el territorio, que en tiempos breves ha visto diluirse una riqueza inconmensurable generada por ese “océano de hidrocarburos” que es el Estado venezolano. Se arruinó el esfuerzo de años en levantar la industria venezolana, porque se desestimó la inversión en la modernización y adecuación tecnológica de esta fuente de recursos abundantes. Además, el transporte, construcción de maquinarias, metalurgia, etc. De quien sí era un importante cliente fue de la industria armamentística rusa, firmando acuerdos substanciosos. No se ocuparon de Venezuela, pero sí de la región con recursos económicos llevados a sacos y con discursos críticos hasta el dramatismo, evocando la figura del imperialismo yanqui, y peleándose con un fantasma de guerra abierta con la Colombia uribista.

Mientras se diluían en estas querellas irrelevantes, Venezuela se encaminaba a la alta inflación, alta criminalidad, desabastecimiento y la insuficiencia de recursos financieros convirtiéndose todo esto en lacerantes agravios a su pueblo. No solo han arruinado la economía, también la democracia, con un imprudente decreto declarando el estado de excepción, para negar legitimidad al referéndum revocatorio y limitar las potestades de la Asamblea Nacional. Realmente, el Gobierno pretende que Venezuela vaya al revés. Ese ha sido el pésimo ejemplo de la República Bolivariana de Venezuela.

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