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Por quién votó don Juan

No es chiste: El lunes 16, me encontré en la cafetería del club con don Juan, acaudalado negociante domínico-español que interviene en algunas de las tertulias, aunque solo cuando no participan de ella “energúmenos de un solo ojo”, como define a los incapaces de aceptar el punto de vista ajeno.

¿Votó usted, don Juan? ¡Claro que lo hice! ¿Quieres saber por quiénes?... ¡Por nadie! Pero, don Juan, entonces, ¿para qué hizo fila en el colegio electoral? Pues, para cumplir con mi deber, ejercer mi derecho y, sobre todo, cherchar un rato con los vecinos. Entonces, ¿sus boletas fueron depositadas sin marcas? ¡Sin marca alguna! ¿Y se puede saber la razón? Sencilla: me pasé meses leyendo y escuchando hasta la saturación lo que expresaban todos los candidatos a los puestos electivos y ninguno me motivó a darle mi apoyo.

Había un exceso de promesas que, para mí, constituían rampante falta de respeto al ciudadano por ser evidentes sofismas, como los del hombre pretendiendo conquistar rápidamente a una mujer. En algunos casos, me hablaban personas que habían tenido la oportunidad de demostrar seriedad en sus funciones, pero se la pasaron participando de chanchullos. ¡Y tuvieron el tupé de reciclar las mismas promesas que hicieron años atrás! Caray, don Juan, pero, ¿nadie merecía su voto?

Mira, muchachón: en anteriores elecciones fui motivado por pensamientos y posiciones que parecían de hombres íntegros, morales y capaces de reencaminarnos por la ruta de la dignidad que trazaron los Padre de la Patria. A ellos otorgué la confianza de mi voto, pero me defraudaron, porque a poco de tomar posesión cayeron en el mismo chiquero de sinvergüenzas en que está la mayoría.

Entonces, ¿el fallo estuvo en el discurso, don Juan? Sí, y en el errático lenguaje del cuerpo al expresarlo, amén de la cola... ¡de la cola!

Don Juan extrajo un billete de mil pesos para pagar las cuatro Stella Artois que había ingerido. Mostrándolo a todos, dijo contundentemente: Mírenlo... ¡Esto y más nada, es la política de hoy!

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