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Después de las elecciones

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Daris Javier CuevasSanto Domingo

Las campañas electorales son, por su naturaleza, cada vez más complejas de lo que comúnmente se piensa, lo cual está explicado por la presencia de los liderazgos que van surgiendo de manera natural, la salida gradual de otros por asuntos biológicos, el interés de los temas que los electores exigen escuchar, el marketing y estrategia comunicacional que se utilice, las expectativas que tenga el electorado, la incorporación de nuevos votantes, la tecnología que sirva de plataforma a las promociones de los candidatos, entre otros. Sobre esta última ya vemos cómo se utilizan las redes sociales en todo el mundo y cómo orientarlo a su favor o en contra de la competencia.

A pesar de reconocer esos elementos en un proceso de campaña electoral, existe algo determinante, y es lo que se denomina la Ley del apoyo, esto es que los electores se identifican con un determinado líder, y la visión que éste tenga sobre cómo transformar la situación, siempre y cuando la misma exprese una causa. Es, por tanto, válido resaltar que en un proceso electoral lo más importante es reconocer que lo que está en juego no es el prestigio de alguien, sino el triunfo o el fracaso de todos, y es eso lo que un candidato debe inspirar en sus seguidores.

Bajo ese enfoque, se puede interpretar desde diferentes ángulos el proceso electoral recién concluido en la República Dominicana, por lo cual son muchas las lecciones aprendidas y que deben ser analizada por los diferentes partidos político que accionan en el mismo. En adición, se debe tener presente que todo proceso electoral genera efectos económicos y políticos que no se pueden ignorar al momento de analizar el proceso de manera global. De no ocurrir así, los partidos nunca encontrarán explicación alguna al papel desempeñado en el mismo, pues actuarán siempre de espalda a la realidad y su dinámica.

Desde la óptica económica, todo proceso electoral genera riesgos económico, inflacionario y cambiario, los cuales son inherentes al mismo, dado que un posible cambio de gobierno genera perturbaciones en los inversionistas, fruto de que el mismo implica reorientación de la política económica, tanto desde el punto de vista cualitativo, así como cuantitativo y posibles reformas estructurales. Es en tal sentido que los agentes económicos muestran su preocupación, según se perciba la competencia electoral, en esa misma dirección se origina la certidumbre e incertidumbre.

Ahora bien, desde el ámbito político, la preocupación por la perturbación se origina en los riesgos políticos que se deriva de todo proceso electoral, el cual puede alterarse por la ausencia de la transparencia, la falta de credibilidad sobre los árbitros, las normas que rodean el proceso, la conformidad e inconformidad de los candidatos participantes y posibles fraudes. El aspecto congresual es el otro elemento de preocupación ya que de su composición se desprende el equilibrio político ya que sabemos que las leyes se elaboran en este poder del Estado, pero también de cómo puede el poder ejecutivo manejar la armonía con el Congreso y, a su vez, mitigar que el Congreso sea una fastidia para el gobierno.

En el marco de los riesgos potenciales, la candidatura oficial partió con una mitigación de los riesgos inferiores a sus competidores como resultado de que se ha sustentado en más de 10 años de estabilidad macroeconómica, combinado con igual período de estabilidad política, derivado de tener mayoría congresual, y que ha evitado alteraciones y volatilidad en la relación congreso-ejecutivo. Tal enfoque encuentra su base sustantiva en el hecho de que para las agencias calificadoras de riesgos, tal combinación de la ponderación de riesgos económico y político constituyen el 50% de los factores de riesgos que sirven para ponderar los indicadores del riesgo país que se toma en consideración en la comunidad financiera internacional. Visto así el panorama electoral, en función de los resultados de las votaciones, se pueden extraer dos grandes conclusiones; en primer lugar, que el PRM ha recogido el sentir de la oposición alcanzando 1,591,207 votos, equivalente al 35%, lo que resulta muy significado para un partido nuevo. En segundo lugar, que corresponde al PLD-Gobierno ser garante e impulsor de la estabilidad macroeconómica, política y respeto a la Constitución de la República, ya que 2,808,098 votantes dieron un voto de confianza para continuar al frente de las cosas públicas, es decir, 61.76%, lo que significa un incremento de 413,543 votos, en relación al 2012.

En el proceso electoral, 2016, hay señales enviadas por los electores; por un lado, que la oposición debe actuar con prudencia sobre el devenir del país, que los partidos minoritarios deben reorientar su estrategia de crecimiento, por igual, la existencia de un rechazo a los transportistas, el transfuguismo y ex militares a cargos electivos. Por otro lado, al PLD se le advierte que la cohabitación y la regla interna de competencia es fundamental, sin diatribas, ya que la sobrevivencia del sistema de partido descansa en el PLD, único garante, además que el presidente Danilo Medina entra en la etapa más delicada de su carrera política dada las exigencias potenciales de los sectores económicos y de la sociedad, por tanto, esto implica reorientar la política económica. Después de las elecciones esa es la gran responsabilidad.

El autor es economista.

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