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FUNDACIÓN SALESIANA DON BOSCO

Visitar al enfermo

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Juan Linares, SdbSanto Domingo

Crear la “cultura de la misericordia” es una tarea de todos aquellos que celebramos el Año Santo de la Misericordia. Por este motivo estoy haciendo sencillas reflexiones sobre cada una de las obras de misericordia, pues si las hacemos realidad contribuimos fuertemente a este fin, sabiendo que así iremos configurando nuestro corazón, y esto es lo más importante, para que sea permanentemente misericordioso.

Hoy la obra de misericordia nos acerca al enfermo, al dolor, a la enfermedad. Una realidad muy abundante en la vida del ser humano.

El primer gran paso que hemos de dar es hacer que la salud sea un bien común y no un privilegio de unos cuantos. Es lamentable la situación de la gente pobre que, ante la enfermedad, se encuentra totalmente desamparada.

Tanto la atención médica como las medicinas no pueden tener ni dueños ni privilegiados. En este campo se da una de las injusticias más terribles de nuestro mundo. No se puede hacer con la salud un negocio.

Es obligación de los gobiernos, de las instituciones, de las empresas y de cada persona atender en forma prioritaria y sin escatimar gastos y esfuerzos al enfermo. A esta primera respuesta ante el enfermo, añadimos ahora una segunda muy importante y que es el aspecto de acercamiento y acompañamiento que hemos de brindarle.

Cuando nos situamos ante el dolor las palabras se quedan muy cortas y hay que pasar a la acción. Hemos de amar a los enfermos. El dolor se convierte en un misterio y, para asumirlo, necesitamos estar en total comunión con Dios. El sufrimiento tiene un sentido redentor cuando lo unimos al dolor de Jesús en la cruz.

Además, el enfermo necesita de muchos cirineos que le ayuden a llevar la cruz del dolor. Tanto el dolor como la enfermedad adquieren nuevas perspectivas si son asumidas y vividas en unión con Jesucristo crucificado y resucitado.

La Pastoral de Enfermos debe ser una pastoral misericordiosa. La pastoral de la salud y cuidados de los enfermos siempre ha formado parte de la vida de las comunidades cristianas, mediante una serie de servicios de atención a los enfermos, ofreciéndoles evangelización, celebraciones sacramentales y atención y cuidados. Hemos de ser conscientes de que la fe del enfermo es una medicina de primera clase.

Nuestros hospitales muchas veces están llenos de enfermos olvidados que no reciben ninguna visita para ser consolados y atendidos. Todos podemos visitar a los enfermos.

Visitar a un enfermo es un acto que exige mucha generosidad porque es darnos al enfermo, darle nuestro tiempo, darle nuestro cariño, darle nuestras atenciones. Nuestra palabra de aliento y de solidaridad será la mejor expresión de cercanía y compasión.

Tenemos un modelo en el Evangelio para hacer realidad esta obra de misericordia, es la parábola del Buen Samaritano: curó al enfermo, lo llevó para atender y cubrió los gastos originados.

¡Hagamos nosotros lo mismo!

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