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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

¿Qué significó el Concilio Vaticano II?

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Manuel P. Maza Miquel, S.J.Santo Domingo

Un buen resumen del significado del Vaticano II lo expuso Paulo VI en su Mensaje a los Padres Conciliares, el día mismo de la clausura del Vaticano II, el 8 de diciembre de 1965. Al decir de Paulo VI, el Concilio se esforzó por ir “al encuentro de la humanidad” para “llevarle la buena nueva del Evangelio de Cristo” y realizar “la renovación de su Iglesia”.

A grandes rasgos se comprende mejor el Vaticano II si se le considera un evento irreversible. Todo el Concilio fue fruto de un pensamiento histórico donde la teología está al servicio de la comprensión de lo que la Iglesia cree y enseña. La fe y la espiritualidad se encuentran concentradas en lo fundamental: el Misterio de Cristo. La Escritura ha sido abordada desde la fe y también con los métodos histórico críticos que ya favorecía Pío XII en la Divino Afflante Spiritu (30 de septiembre de 1943). La liturgia quedaba renovada. Se abría más la puerta a la participación de los fieles en la vida eclesial. Se había empleado una forma más inductiva y empírica a la hora de tomar postura ante las cuestiones mundanas. Quedaban superadas las unilateralidades y el encastillamiento, se guardaban espadas usadas en la Edad Media, la Contra-reforma y las pugnas ante la modernidad, sobre todo durante el siglo XIX.

¿Hay que imputar al concilio la crisis post-conciliar o más bien al hecho de que se llegó demasiado tarde?

Démosle la palabra a los especialistas. A juicio de Thomas Bokenkotter (2005) en su Concise History of the Catholic Church, lo considera el evento religioso más relevante del siglo XX, cuyas decisiones y pronunciamientos fueron aprobados con una unanimidad moral. Bonkenkotter destaca los cinco cambios que a su entender han tenido un efecto duradero. Primero, se realizó una reforma litúrgica que logró la inteligibilidad y la participación de los fieles en el misterio. Segundo, enseñó que todos en la Iglesia tenemos una misma vocación, dignidad y compromiso. Se miró bajo una nueva luz el sacerdocio común de los fieles. Recordó que los cargos en la Iglesia son vistos como servicio y la autoridad está ahí para promover la unidad y la comunión. El Concilio resaltó la colegialidad y la dimensión comunitaria de la Iglesia. Tercero, ha irrumpido una nueva actitud hacia los otros cristianos. Se busca unidad. Se les reconoce status de Iglesia. El diálogo es el camino de la cercanía. Se desea la unidad para enfrentar juntos los graves problemas sociales. Humildemente el Concilio reconoció la cuota de culpa de la Iglesia en la división del cristianismo. Bokenkotter, señala un cuarto cambio, en el énfasis otorgado a las dimensiones históricas de la fe y de la vida de la Iglesia. Ha sido muy provechoso para la Iglesia el reconocer cómo la historia condiciona la elaboración de los libros sagrados y toda la tradición de la Iglesia. Muchas instituciones que se creían venían de los apóstoles, son fruto de condicionamientos históricos. Lo sustancial ha de ser distinguido de lo accidental. Lo accidental está sujeto a cambios y requiere una puesta al día (aggiornamento), palabra programática de Juan XXIII.

Finalmente, el Concilio emprendió con decisión el diálogo con el mundo secular, mostrando amor y preocupación por toda la familia humana; aceptando los movimientos y progresos culturales y sociales de la modernidad que antes se miraban con sospecha. La Iglesia del Concilio no mira con nostalgia a lo que ha pasado. Abandonó la actitud triunfalista constantiniana y tridentina, para ponerse al servicio de la humanidad, convencida de que la Iglesia y mundo pueden encontrar una base de cooperación en el reconocimiento de la dignidad de la persona humana y la grandeza de su vocación para edificar juntos la comunidad humana. Consideremos otras opiniones.

El autor es profesor asociado de la PUCMM, mmaza@pucmm.edu.do

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