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A votar por Danilo

Miles, la gran mayoría de intelectuales y artistas sufragará el próximo 15 de mayo a favor de la candidatura del presidente Danilo Medina.

Para que se tenga una idea, en apenas dos días, quien suscribe llamó a 50 colegas para recabar el apoyo a la exposición en línea “Arte con Danilo”, a celebrarse el próximo 10 de mayo. 40 aceptaron, tres rechazaron y siete que están inmersos en procesos profesionales se comprometieron a votar a su favor.

Los intelectuales y artistas concurrirán a sufragar con visiones diversas sobre los retos culturales nacionales pero firmemente esperanzados en las garantías que para la cultura ofrece una gestión ya acreditada por su método de gestión pública orientada a fines en un sector caracterizado por la improvisación, la carencia de profesionalidad y de rumbo.

La cultura es una de las industrias más prósperas del mundo y sin ella otras como el turismo vegetarían en la palidez. Las expresiones culturales participan de una verticalidad densamente ramificada en los procesos de ideación, desarrollo, mercadeo, comunicación y mejora de propuestas de todo tipo, de bienes y servicios de todo tipo.

Desde los imaginarios a los tangibles; desde la diversión a lo ostensible; de lo aspirado a lo imperativo.

En nuestro país ese rol protagónico de la cultura ha sido solapado por intereses orientados a restar valor al trabajo intelectual y artístico; del pensar, representar y “crear”.

Esta realidad coexiste con otro mal, quizás peor: la locura de productores que pretenden precios exorbitantes en un país pobre. Que ven la cultura sólo como negocio a su exclusivo favor.

Ante la primera, la posición del intelectual y el artista ha sido abstenerse, no dar su talento por lo que no entiende justa estima y paga. Esa actitud lo cercena de la sociedad y le lleva a construir una insalvable carencia de vías a través de las que pueda hacer circular y valer sus visiones y propuestas.

Ante la segunda reacciona la sociedad: la negativa a dejarse timar por vendedores de ilusiones aspirando precios sin capacidad de sostenerlos en el mercado.

La consecuencia es sólo una: el desánimo y la frustración. Y la mutación del intelectual y artista en todo tipo de ser posible.

La consecuencia aún peor: en talleres y residencias quedan amontonadas, convertidas en comida de polillas, hojas de escritos y tecnología vencida, pensamientos tal vez valiosos, obras de arte y todo tipo de sueños llamados a nutrir la columna vertebral de esa República Dominicana próspera y grande afincada en los valores para los cuales el arte y la cultura construyen la civilidad.

El resultado que una situación así genera en la alteración de la personalidad y configuración de patologías del declive es evidente.

Y crea el riesgo de que los responsables de construir ciudadanías y sublimidades, juegos y divertimentos, saberes y representaciones, terminen en la base de la pirámide social, detrás de los ejércitos de los técnicos.

El trabajo de un actor es peor pagado que el de un albañil o un electricista. El de un escritor, menospreciado y el precio de las obras de arte, considerado con sorna ofensiva, en ocasiones con justa razón.

Ante su desamparo social, el Estado ha acogido a los artistas e intelectuales, aunque muchas veces ellos se acarrean sus desgracias personales. Ante el mercado formal aspiran precios que cierran el mercado y lo limitan de modo extremo. Ante el mercado informal, actúan contrariamente: terminan soltando las obras a precios tan irrisorios que quienes pagaron alguna vez obras de su autoría a precios formales terminan despreciándolos. Ante cualquier oportunidad aspiran al rol estelarÖ

Todo ello tiene un causante mayor: la educación de los intelectuales y artistas. Carencia de marcos referenciales. Inoperancia del sistema de valoración. Falta de idoneidad en los actores del sistema.

Con opciones de formación profesional surgida apenas hace una década, los cimientos éticos de las disciplinas del pensar, expresar y la construcción de saberes y discursos estéticos todavía no se liberan de la influencia de los modelos conductuales orientados más al ego que a los fines.

Decimos que los puntos negros de las personalidades de los artistas de generaciones anteriores gravitan como válidos cuando sólo son una obstrucción.

A ello hay que sumar que el Estado, ante los niveles de guerras personales a las que llegado la competencia profesional entre intelectuales y artistas, ablandó su rol promotor de la cultura ejercida bajo los paradigmas universales del sector y del ámbito constitucional. Y pese a todos los patrocinios, lo resultados sugieren que la cultura no ha sido aprehendida por el Estado más allá de la utilidad.

El reto en este campo es, pues, enorme: eliminar lastres.

Para estimular la competencia sana y necesaria, basada en el choque de ideas, soluciones y propuestas; en la generación de resultados socialmente valiosos, que validen al Estado y la dominicanidad.

Ampliar las oportunidades para los artistas e intelectuales originales y comprometidos con el desarrollo de ciudadanías y de las disciplinas o praxis del sistema cultural.

Es parte de lo aspirado por los artistas e intelectuales durante años.

Lo que esperan del nuevo gobierno de Danilo Medina a iniciar el 16 de agosto del 2016.

Movido por la esperanza de lograrlo, llamo a mis colegas, intelectuales y artistas, a votar por Danilo y por un Congreso que obre a su favor.

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