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Sin espejuelos

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Luis Encarnación PimentelSanto Domingo

Cualquier expectativa de crecimiento y de éxito final de Luis Abinader y del PRM con miras a las elecciones del próximo 15 de mayo, necesariamente quedaba supeditada a que ahora funcionara la vieja apuesta a una división del PLD, y a que el retador de Danilo Medina -con evidente déficit de arranque y de pegada- sacara cabeza y pudiera liderar un gran frente opositor. Sin necesidad de espejuelos para verlo, la realidad es que en materia de discurso, de propuestas y de encanto como candidato en capacidad de meterse en pelea en firme por el poder, el hombre se ha quedado corto, comenzando porque la denominada “convergencia” de fuerzas opositoras con la que se intentaría poner fin al reinado del partido morado no cuajó ni llegó a salir de la gatera. Y ya, con la gran percepción de que Medina sería el ganador, incluso con porcentajes que podrían marcar récord, pero también con el tiempo encima para cambiar de estrategia y esperar un golpe de suerte que provocare un salto tan alto como del cielo a la tierra, sencillamente se le ha hecho tarde para que las cosas sean diferente de como se perciben o ve una mayoría a simple vista en la actual coyuntura política. Como ensayo, porque partió de cero, de un desprendimiento que requería tiempo para levantar una estructura capaz de unificar a los desafectos al gobierno y convertirla en opción real, a Abinader le ha ido bien con el espacio que ha ganado a futuro. Sería un activo que, sabiéndolo manejar y no dejándose empujar por gente que plantea “rebeldías” absurdas y desbordadas, como las del aliado Juan Hubieres -que asustan y nada gustan a sectores productivos, sensatos o que tienen algo que perder-, pudiera servirle para liderar la oposición al nuevo gobierno de Medina, y hasta para reservarle un espacio importante en el globo de los aspirantes en la contienda del 2020.En ese sentido, mal haría el candidato del PRM con perder la perspectiva del político que desde temprano se empeña en manejar un perfil de estadista e inclinarse por hacerle coro a los que, sin necesidad ni argumentos de peso alguno, torpedean y buscan desacreditar el proceso y al propio órgano electoral, sin medir consecuencias para la democracia, para la paz social y la institucionalidad del país.

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