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Lula y su error de cálculo

El empeño de Inácio Lula da Silva, expresidente de Brasil, de mantener en ocultamiento lo que de él y de Dilma, la Presidenta, se sabe en todo el mundo terminará definitivamente llevándose por delante su liderazgo, perdiendo la Presidencia de la nación y a una refundación del histórico Partido de Los Trabajadores. En América Latina te envían al purgatorio político más no a la cárcel, y luego retornas al poder en un pispás. Con Brasil parece que las cosas serán diferentes. Los mesías, los tótems, los míticos populistas autoritarios, caudillos y demagogos latinoamericanos serán derribados en la nación con la más grande economía de la región. Simplemente este país ha trascendido al mundo, no sólo de los emergentes sino de los pudientes, a pesar de la crisis económica que le afecta, al igual que otras grandes economías en expansión (Rusia, India, China, etc.) por la caída de sus materias primas. Brasil hace y exporta tecnología; compite, financia el desarrollo, genera credibilidad en sus negocios, y por tanto la crisis política derivada, y que gira en torno a sobornos entre funcionarios y empresarios, y vista la magnitud que ha alcanzado el conflicto, sus principales responsables políticos y empresariales y las consecuencias indeseables dejadas, no pueden pasar inadvertidas.

El mundo está impactado que un líder de la dimensión y de su extracción social como Lula se vea involucrado en actos tan bochornosos de corrupción para hacer prevalecer su partido en el poder. Claro, hay venganza política de todos los opositores, pero lo es porque Dilma y el PT ganaron las elecciones más ajustadas para el oficialismo sobre la base del soborno y la corrupción para favorecerse ellos y perjudicar a sus opositores. La Historia a la callada se venga, y esa máxima ya en el Brasil actual no será posible ocultarse mediante el sofisma como escudo de la persecución política. A Lula se le imputa de viajar a Ghana y a República Dominicana a cabildear negocios para una empresa que ha admitido que pagó favores por ello. Veinticinco ex-funcionarios y dirigentes del P.T. han sido sentenciados a 10 y 40 años de cárcel, actuación realmente concluyente de la justicia en Brasil.

Lula y Dilma, conscientes de que las acusaciones son demoledoras, y puestos ya en un dramatismo que luce que ganan peso en el seno del pueblo brasileño, no podrán detener el conflicto. Los diputados abrumadoramente aprobaron la interpelación de la Presidenta aun siendo ellos más corruptos que la Presidenta, en una escenificación de egos, odios y venganzas sin precedentes. Pienso que Lula se equivocó y no comprendió que dio origen a la premisa optimista de que Brasil seguía una trayectoria de potencia mundial, al lado de los grandes del mundo, espacio éste que si desea mantener tendrá que gozar de una justicia que actúe sin retortijones de conciencia.

Así que Lula ha sido víctima de su gran esfuerzo como estadista. Tenía una responsabilidad particular hacia su país y no se mostró todo lo enérgico que hubiera podido para evitar esta suerte de canonicato y que, para peor, los contrapuestos intereses han salido de sus propios y más incondicionales jurados seguidores. Permitió el uso de estas prácticas para intimidación y coerción, y Dilma, que se benefició de ello, no pudo anticipar la crispación y las protestas que se han desencadenado, menos aún la furia de sus propios compañeros y adversarios, y de la pérdida de confianza de los brasileños desde el gobierno mismo de Lula (2013) cuando las 18 instituciones más importantes de Brasilia, desde la Presidencia hasta los bomberos habían descendido en el nivel de confianza. Este error de cálculo en no prever la magnitud que ha alcanzado el problema sólo le garantiza una invitación a la autocrítica. Han infravalorado a su gran Brasil.

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