Hombres faros

Que difícil se hace reconocer en otros sus bondades. Los talentos y carismas son bendiciones que recibimos de lo alto y sólo el buen olor sube a Dios como dice el apóstol Pablo. Así percibo la vida de Fausto Rodríguez Mesa, dichoso y feliz como su nombre, a quien admiro desde que tomé conciencia del valor que tiene servir sin esperar reconocimientos.

De entregarse por una causa noble a costa de perder la propia vida. Del hombre valeroso, consciente que es en las cosas pequeñas y no en las grandes donde se conoce su estirpe. Fausto Rodríguez Mesa es de esos faros de luz que han guiado a generaciones, como en una época en San Juan de la Maguana, como profesor abnegado y cultor del movimiento scout.

Recuerdo estos tiempos con nostalgia, sintiendo la presencia de Adriano Santil García (Chango) quien fuera mi jefe scout. Agradeciendo a Dios por haber puesto la mirada en una persona de las cualidades de Fausto Rodríguez Mesa, referente obligatorio cuando se trata de emular hazañas inalcanzables. Reconociéndole por haber actuado con responsabilidad en el momento histórico de enfrentar a la tiranía trujillista, habiendo sido hecho preso y llevado en tres ocasiones a la cárcel de tortura conocida como la “40”.

Fue mi inspiración para realizar la aventura de conocer casi por completo el territorio nacional en motocicleta. Se trata de hombres faros, que Dios les ha concedido la gracia de iluminar los senderos donde las tinieblas quieren imponer la oscuridad. Hombres faros que su rectitud de conducta los hace seres insobornables e inmunes a la traición y a la deslealtad.

Como dice Antoine de Saint-Exupéry en “Tierra de Hombres”: “¡Ah! lo maravilloso de una casa no es que nos abrigue o nos caliente ni que uno posea sus paredes, sino que haya lentamente depositado en nosotros esas provisiones de dulzura. Que ella forme, en el fondo del corazón, el oscuro macizo donde nacen, como las aguas de una fuente, los sueños...”.