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PUNTO DE MIRA

Teresa Espaillat: guerrera esencial

A Teresa Espaillat la conocí en un comando de revolucionarios del 1J4 durante la Guerra de Abril, establecido en la casa de Chuta Leal Prandy en la calle Canela de Ciudad Nueva. Esa candorosa jovencita de pelo muy negro, ojos orientales, voz dulce y sonrisa fácil ocultaba muy bien que era una guerrera indoblegable. Desde temprano escogió el camino de lucha.

Las primeras noches de la revolución, cuando disminuían los afanes de la lucha, nos deleitaba cantando canciones revolucionarias. Hacía poco que regresaba de Cuba y desbordaba un entusiasmo contagioso. En ella represento la esencia de las Mujeres de Abril. Jovencitas que abrazaron la defensa de la patria cuando se conculcaron los derechos civiles al derribar el gobierno de Juan Bosch.

Fueron muchas las Mujeres de Abril y hablo de Teresa porque con ella compartí muchas experiencias. Ella fue más que soporte del comando militar. Burlando los controles de los norteamericanos y sus militares títeres, arriesgaba su vida transportando armas a provincias para extender la guerra; era guerrillera y enlace entre los dirigentes políticos que operaban tras las líneas enemigas. También instructora militar.

El Movimiento Revolucionario 14 de Junio convirtió el Parque Eugenio María de Hostos en la Academia 24 de Abril y allí coincidimos con Teresa. Impartíamos guerra de guerrilla urbana, arme y desarme, uso de armas de demolición, defensa personal y otras actividades. Ella instruía mujeres organizadas en diferentes comandos militares distribuidos estratégicamente por la ciudad.

En abril de 1965 las mujeres no eran amas de casa. Ayudaban y enseñaban a los hombres en esos menesteres, pero también peleaban y hacían arriesgadas labores de inteligencia. Teresa Espaillat, esposa, madre y ahora abuela, es la viuda de Carlos Amiama, otro compañero que hizo arriesgadas misiones durante la guerra. Él es otra experiencia para ser comentada luego. Después de la guerra ambos siguieron en la lucha revolucionaria y fueron para mí un gran apoyo, me alojaron en su casa matrimonial en una época de intensa persecución contra los revolucionarios. Un episodio que muestra su temple fue cuando cercaron a Francis Caamaño en el Hotel Matún de Santiago. Nos lanzamos a las calles a movilizar a la gente. Coincidí con ella cuando una patrulla militar nos persiguió hasta un colmado. Estábamos desarmados. Nos dispararon muchas ráfagas que hicieron añicos la estantería. Inmutable, sacudiendo los trozos de viandas y vidrios rotos, Teresa dijo: “¡Vamos a protestar para otro sitio!...”.

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