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FUERA DE CÁMARA

¡Una estatua para Pepín!

A un ladito del monumento a Fray Antón de Montesinos, donde empieza el Malecón de la capital, debería la sociedad dominicana erigir una estatua de Pepín Corripio el doble de grande después de declararlo mecenas del periodismo y de la prensa nacional...

... Y hacerlo ahora, en vida, no esperar que se muera, algo que sus amigos y admiradores quisiéramos ocurra dentro de otros 82 años.

Porque nadie como él ha hecho tanto por la libertad de prensa, por mantener el equilibrio, por el trato igualitario, por el respeto a la disidencia, por el pluralismo de intereses... Sin coartar a nadie y sin pedir ni siquiera fidelidad para los capitales que hacen posible la subsistencia de sus medios.

Pepín es tan especial que sus principales adversarios --algunos que tal vez hasta lo odian, lo envidian, lo maldicen--, son empleados suyos, escriben en sus periódicos, hablan en sus emisoras, aparecen en sus televisiones... Y él lo sabe y lo permite con la mayor naturalidad.

¿Habrá en el mundo otro “acumulador” como él? Ha tenido que convertirse en mago para ir pasando la manguera de oxígeno de un medio a otro evitando que algunos mueran de inanición sin que esa furnia insaciable se trague su capital de trabajo sin regurgitar siquiera.

Es capaz de equilibrar para que en uno de sus medios se junten los más encarnizados adversarios del gobierno; en otros, quienes lo defienden con desparpajo; en un tercero, los más ortodoxos de la pluralidad; más allá, los puritanos; del otro lado, los de ética flexible...

... Pero todos caben Si hay quien conoce la naturaleza de los periodistas dominicanos, ése es Pepín Corripio. A todos los trata con respeto, con dignidad, con la debida distancia en la cercanía del colaborador a quien está siempre dispuesto a resolverle cualquier problema en la medida de sus posibilidades.

Ningún empleado de Pepín en sus medios de comunicaciones está lejos de él; a todos los periodistas los conoce por sus nombres, los saluda con afecto y cercanía y les ofrece la confianza suficiente para garantizar la estabilidad de su trabajo. Es el mecanismo ideal para obtener un mayor rendimiento.

Como he sido su empleado desde 1981 --los último 27 años en licencia sin disfrute de sueldo--, me mantengo pendiente de su coherencia frente a su determinación de no plegarse a los caprichos de ningún político, de ningún candidato, de ningún funcionario, de ningún Presidente...

Con todos, sin embargo, contribuye hasta donde se lo permite la prudencia, apoya a los más chiquitos en la misma proporción que a los más grandes; les da a unos y a otros sin subordinarse a ninguno. Con ellos, en su cercanía, ha sabido siempre poner distancia.

Cuestión de lealtad... Lo que Pepín menos merece son deslealtades. Porque a nadie, en las planas ejecutivas de sus medios, él le es desleal: no ha aceptado nunca que sus periódicos, sus televisiones, sus radios, se pongan al servicio de sus intereses económicos. Pero la gente dice muy sabiamente: “nobleza obliga”...

A mí --como empleado de Pepín--, me habría gustado que esa tarde en que a Franjul lo interrumpieron para pedirle que incluyera la infamia del PRM entre las violaciones a la libertad de prensa, alguien se hubiera levantado para decir esto:

¡Un momento, Pepín es un mecenas de la prensa dominicana... Respetemos a ese hombre!

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