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¿Un idilio pasajero?

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Andrés OppenheimerSanto Domingo

Hay mucho entusiasmo en todos lados sobre el acercamiento del presidente Barack Obama a Cuba, pero permítanme un llamado a la cautela: es probable que el actual idilio entre Washington y La Habana se enfríe un tanto después de las elecciones de noviembre en Estados Unidos, independientemente de quien las gane.

La razón es muy simple: se necesitan dos para bailar el tango (o el cha-cha-cha, en este caso) y Cuba está haciendo muy poco de su lado para acompañar el relajamiento de las sanciones comerciales estadounidenses a la isla.

Asimismo, el próximo Presidente de Estados Unidos verá la apertura comercial de Estados Unidos a Cuba como un legado de Obama, y probablemente no gastará mucho capital político para seguir expandiendo unilateralmente una política que pasará a la historia como la obra de un presidente anterior.

Cuando Obama anunció por primera vez la apertura a Cuba el 17 de diciembre de 2014, dijo -con razón- que la política anterior de Estados Unidos había fracasado, y que el comercio de Estados Unidos ayudaría a crear una nueva clase de emprendedores y una sociedad civil independiente en Cuba.

Pero más de un año después, hasta los funcionarios del Departamento de Estado que negociaron el acuerdo están frustrados con Cuba.

A principios de este mes, el semanario oficial cubano Trabajadores informó que el número de trabajadores cuentapropistas en Cuba se ha reducido a 496,000, de 504,000 hace seis meses, según reportó el 12 de enero la página web Cubaencuentro.

El blog Cartas de Cuba, del periodista uruguayo Fernando Ravsberg, dijo el 17 de diciembre que “internamente, la parálisis es grande”. Agregó que “durante 2015 no se legalizó ni una sola cooperativa más, no abrieron nuevas modalidades de trabajo autónomo, los mercados mayoristas brillaron por su ausencia y la tan reclamada unificación monetaria sigue engavetada”.

En lo político, la dictadura militar de Cuba sigue prohibiendo los partidos políticos, la libertad de reunión, o los medios de comunicación independientes.

Durante el último año, el número de detenciones de opositores pacíficos aumentó a un récord de 1,447 en noviembre, según la Comisión de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional de Cuba.

Yoani Sánchez, la valiente periodista cubana que hace publicar su diario digital 14yMedio desde el extranjero porque el régimen no le permite publicarlo en Cuba ni siquiera por Internet, escribió el 6 de enero que “la televisión, la radio y los periódicos se mantienen bajo un estricto monopolio del Partido Comunista”.

Y agregó que “sólo tienen acceso al micrófono quienes están de acuerdo con el Gobierno. Jamás entrevistan a alguien que difiera”.

A pesar de todo esto, Obama anunció días atrás una tercera ronda de medidas unilaterales para flexibilizar el embargo a la isla. Las nuevas medidas permitirán a más visitantes estadounidenses viajar a Cuba, y aumentan el número de exportaciones autorizadas a la isla. La normalización de las relaciones de Estados Unidos y Cuba ha convertido a la isla en un objeto de curiosidad mundial.

El turismo a Cuba aumentó a 3.5 millones en 2015, un alza del 17.4 por ciento respecto al año anterior, según cifras oficiales cubanas.

El arte, la cocina y la música cubana se han puesto de moda, y son objeto de un sinnúmero de artículos periodísticos. Contrariamente, son pocos los periodistas que reportan sobre los presos políticos, o investigan las más de 3,130 ejecuciones atribuidas al régimen de Castro desde 1959 por el grupo de investigación CubaArchive.org.

Mi opinión: Como lo he dicho en columnas anteriores, la política previa de Estados Unidos de aislar a Cuba no funcionó, y las nuevas medidas de Obama merecen una oportunidad. Sin embargo, hasta ahora no han funcionado.

Hasta este punto, la normalización de relaciones sólo ha ayudado a Obama a cimentar su legado como el presidente que reinició las relaciones con Cuba, como Nixon lo hizo con China.

Por eso Obama apretó el acelerador con nuevas medidas de apertura días atrás, y lo va a seguir haciendo.

Pero no creo que el próximo presidente de Estados Unidos -incluso si es Hillary Clinton- invierta mucho capital político en cimentar el legado Obama, a menos que Cuba dé señales concretas de una apertura económica o política.

La pelota está en el campo cubano, y este idilio se puede enfriar después de noviembre.

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