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FUNDACIÓN SALESIANA DON BOSCO

Misericordia quiero, y no sacrificio

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Juan Linares, SdbSanto Domingo

Hoy comenzamos el tiempo de Cuaresma, es decir el camino que nos llevará a la celebración de la Pascua de Jesús, que debe ser, también, la Pascua de nuestro Pueblo.

Es un tiempo muy propicio tanto para el crecimiento personal como para el crecimiento de nuestras instituciones, desde la perspectiva de una hermosa escala de valores.

Esta es la Cuaresma del Año Santo y por lo tanto un tiempo fuerte para manifestar nuestra misericordia y experimentar la maravillosa misericordia de Dios.

El Papa, Francisco, no ha dado un mensaje para este tiempo titulado “Misericordia quiero y no sacrificio”. Su orientación como maestro nos ilumina.

Como primer elemento nos pide que en estos cuarenta días hagamos realidad la primacía de la oración, mediante la “escucha orante de la Palabra, especialmente de la palabra profética. La misericordia de Dios, en efecto, es un anuncio al mundo: pero cada cristiano está llamado a experimentar en primera persona este anuncio”.

Abramos nuestros oídos para escuchar en cada uno, en las familias y en todos los grupos sociales, este anuncio, esta llamada de amor que Dios nos hace.

Luego el Papa nos recuerda cómo el “misterio de la misericordia divina” se ha ido manifestando a lo largo de la historia en una alianza que nos demuestra que Dios es rico en misericordia y ternura para con su pueblo. El culmen de esta manifestación de misericordia se alcanza en Jesús, el Hijo hecho hombre como nosotros, siendo la más pura manifestación de la Misericordia de Dios.

Finalmente, el mensaje subraya la importancia de que practiquemos las Obras de Misericordia corporales y espirituales. Nos dice el Papa: “será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada, ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina”. “En el pobre, en efecto, la carne de Cristo se hace de nuevo visible como cuerpo martirizado, llagado, flagelado, desnutrido, en fugaÖ para que nosotros lo reconozcamos, lo toquemos y lo asistamos con cuidado”.

Hermoso compromiso tenemos para la Cuaresma. Hacer realidad las obras de misericordia, corporales y espirituales, con gestos concretos destinados a ayudar a los demás, y sobre todo a los más pobres.

Para ello, hemos de salir de la cárcel del egoísmo que monta terribles rejas para impedir nuestro encuentro con los demás, tenemos que romper las cadenas de la indiferencia y ofrecer alimento al que tiene hambre, vestido al que lo necesita, alojamiento al que está solo, visitar enfermos, aconsejar a quien lo necesita, perdonar al que nos ha ofendido, corregir al que se equivoca, rezar por todos.

Si hacemos este camino desaparecerá nuestra soberbia, nuestro poder se convertirá en servicio y nuestras riquezas serán de todos. Así estaremos naciendo al hombre y mujer nueva que nos propone el Evangelio.

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