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Tiempo para el alma

“Los fariseos y los escribas le preguntan -a Jesús- : ‘¿Por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras?’. Él les dijo: Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, según está escrito: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí... Dejando el precepto de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres’”. Mc. 7: 5-8.

Todavía hoy nos perdemos en nimiedades, en excusas baratas para criticar a los comprometidos, a los que optan por dedicar mayor parte de su tiempo a las cosas de Dios, a los que deciden llevar una vida conforme a su fe, a los que simplemente viven el verdadero cristianismo. Nos fijamos en las reglas que buscan ordenar lo que es evidente; es más fácil, requieren simplemente disciplina. Las otras no, las líneas del amor, la misericordia, el perdón, la bondad, el desprendimiento, la solidaridad, la humildad, esas no las llevamos al pie de la letra, no son tan evidentes a los ojos humanos y a la auditoría de las “urracas parlanchinas” del cristianismo. Así que solemos quedarnos en las ramas y cuestionar los temas de la legalidad para no implicar nuestro propio compromiso con Dios y con nosotros mismos. Así no; pasemos de ser fariseos a ser discípulos.

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