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EN PLURAL

Silogismo de nuevo tipo

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Yvelisse Prats Ramírez De PérezSanto Domingo

En lógica formal que estudié hace muchos años, los silogismos eran afirmaciones catequísticas, sentencia un orden secuencial inviolable.

El ejemplo proverbial: “Todos los hombres son mortales, Juan es hombre. Por tanto, Juan es mortal”, respetando el pre de la letra su secuencia. Nadie se habría atrevido a ensayar.

La investigación no era bien vista en el tiempo autoritario del “magister dixie”, jugar un poco intercambiar términos y enunciar otro silogismo diferente; sería irreverente.

Ese pudo ser un ejercicio de dialéctica, muchos años después en la UASD abierta del Movimiento Renovador, Andresito Avelino hijo, con su marxismo rebosante, nos enseña a hacerlo a contrapelo de las clase de Metafísica que la impartía su padre don Andrés Avelino.

Desde la lógica formal, pese a las lecciones de Andresito, fue como dije En Plural el sábado pasado “no se ama lo que no se conoce”. Para justificar mi exigencia en cuanto a mejorar la enseñanza de la historia en nuestro país.

La dialéctica se reanimó esta semana y me sugiere rebelde explorar otro nuevo camino en mi andadura filosófica lingüística. ¿Qué tal si muevo palabras y compongo otra frase diferente: “lo que no se ama, no se conoce?”

Escribo el trastrueque y encuentro sentido en lo que se refiere al tema que me preocupa: el aprendizaje de la historia dominicana que se adquiere, o no, en las aulas.

Razono. ¿Se puede conocer en el sentido casi bíblico, conyugal, de unión, comprensión, adhesión a lo que no se ama? ¿Cómo interesar a nuestros estudiantes a penetrar en el análisis de los hechos históricos dominicanos, sin que sientan, primero el amor a lo nuestro, lo suyo, no solo a una bandera y un himno, sino a sus barrios, su escuela, su lengua, su comida, su música?

¿Cómo lograr ese amor subjetivo a una patria, si esa “señora” no actúa como una madre sino como una madrastra para los jóvenes pobres que estudian en los planteles públicos?

¿Cómo ama un niño la calle que lo envilece, cuanto amor puede tener a un barrio con violencia, hasta donde puede amarse la escasa ración de alimentos que se ingieren una vez al día en los hogares de la miseria?

Nuestra música, ¿no está ahogada ahora entre alaridos en “english” con notas discordantes y con letras alienantes?

No se ama lo que nos oprime, nos limita, nos humilla, nos excluye de ejercer derechos que nos corresponden.

Si además, los valores se truecan por precio, si se predica con el ejemplo arrogante que el robo premia, que las ideologías y las creencias religiosas son un estorbo anacrónico, que no hay que tener fe en nada, ¿cómo amar, sin esos sentimientos?

Amar resulta un verbo que no alcanzan a conjugar muchos jóvenes dominicanos, a los más se confunde con placer, droga incluida.

El verdadero amor objetivo a la patria se encuentra en la cohesión social que resulta de la fusión de políticas públicas de fuerte acento social y la satisfecha participación de los ciudadanos. Se ama, porque se es amado.

Conocer la historia para amarla, como herencia que enseña y alecciona para seguir haciéndola, difícil tarea, si se asume solo como proceso pedagógico que se reduce al espacio de un aula, o de un izar la bandera, si es que acaso aún se hace como antes.

Amar nuestro país, a quienes lo soñaron independiente, sano, y condenar a los que torcieron ese rumbo de la Quisqueya altiva que una y otra vez rebelaba, no puede ser obra escolar, solamente. Viendo la realidad actual lo que queda de ese orgulloso sueño, país “pateado” como un adolescente en la “cadera” por capataces o dueños, ¿Pueden los niños y jóvenes de hoy, amar una historia que les frustra con sus dañinos efectos?

“No se conoce lo que no se ama”. Este “silogismo de nuevo tipo” marca una tarea, una responsabilidad magisterial que va más allá de las técnicas de aprendizaje escolar.

Nos llama a los docentes a ser “intelectuales comprometidos transformativos”, como dice Giroux, para que nos incorporemos a la acción política y ciudadana que puede construir la patria de Juan Pablo Duarte, Luperón, don Juan, Caamaño y Peña Gómez.

En memoria de Andresito Avelino, amigo de infancia que devino en mi profesor de Dialéctica, planteo este silogismo “nuevo tipo” a los profesores que deseen mejorar la formación histórica en RD: “No se conoce lo que no se ama”. Para formar en amor y conocimiento en historia patria, a los maestros nos toca, no solo ENSEóARLA, sino contribuir a cambiarla con sus acciones ciudadanas.

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