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“Academia” Dominicana de la Lengua

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La Academia Dominicana de la Lengua fue fundada el 12 de octubre de 1927 por una iniciativa del arzobispo Adolfo Alejandro Nouel, y los académicos originarios eran doce. Hoy la institución cuenta con 29 de número, que ocupan los sillones conforme las letras del abecedario y 32 correspondientes.

Escritores de prestigio, galardonados algunos tanto en el país como en el extranjero, se encuentran entre los Miembros de Número de la entidad, lo que se puede constatar accediendo a la página web de la institución. En el capítulo de Sucesión encontramos que el sillón A, que perteneció a su fundador, hoy lo tiene José Rafael Lantigua. En el B estuvieron Alejandro Woss y Gil, Federico Henríquez y Carvajal, Héctor Incháustegui, Virgilio Díaz Grullón y actualmente Andrés L. Mateo. En el F está el actual Presidente de la Academia y lo precedieron, entre otros, Fabio Mota y Freddy Prestol Castillo. El sillón O lo ocupa el contestatario académico Odalis Pérez, previamente estuvieron Rafael F. Bonnelly, Manuel de Js. Goico Castro y Víctor Villegas.

En el sillón H estuvieron Víctor Garrido, Apolinar Henríquez y mi padre, Max Uribe. Hoy pertenece a Rafael González Tirado.

Hay en la página citada una breve historia de la institución, la relación de los miembros de número y los correspondientes; el detalle de la sucesión de los primeros y una reseña sobre el licenciado Rosario Candelier, en la que se dan, de manera pormenorizada, los títulos que posee, los diplomas recibidos, los nombres de las instituciones a las que pertenece, todos los libros de su autoría y los numerosos galardones que le han entregado tanto en el país como en el extranjero. Al pie de esa reseña figuran los nombres de los que han dirigido la Academia desde su fundación con el período de duración de cada uno.

Llama la atención el hecho de que, con tantos escritores prestigiosos que ha tenido y que tiene la entidad, solamente se destaca en la página web la labor del Presidente. Lo mismo sucede con el Boletín, el cual, es dedicado casi de manera íntegra a sus actividades. Sumida en una crisis institucional y manejada como propiedad de quien la dirige, deben los académicos de número enfrentar la situación porque no pueden continuar alimentando el ego de quien, por su forma de comportarse, se empeña en hacer creer que está por encima de todos ellos.

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