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La campana tañe por él

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Yvelisse Prats Ramírez De PérezSanto Domingo

Si la imaginación es la “loca de la casa”, como se dice proverbialmente, la memoria tiene también sus desvaríos: mezcla impresiones, cambia su orden, y destaca con colores intensos, hecho que no son en sí mismos tan importantes, si no por las relaciones que guardan con nuestra vida.

El pasado martes, la noticia de la muerte de Hamlet Hermann me produjo, además de la pena natural por la pérdida de un viejo amigo, una curiosa recuperación de recuerdos sobre una etapa de su vida en la que estuvo cerca de la mía.

Mientras otros lo evocaron, en sus hazañas guerreras, en su exilio, en su sobrevivencia casi milagrosa entre los expedicionarios de la heroica invasión, y como político de izquierda convencido, yo le vi, claramente, sentado en el Consejo de la UASD en su condición de Director del Colegio Universitario.

Volví a sentir su vehemencia, cónsona en todo cuanto creyó durante su existencia. Vívidamente, creo oír su voz, y percibo sus ademanes vigorosos, mientras presentaba y defendía una nueva forma de evaluación de los logros estudiantiles que a nosotros nos resultó extrañísima: la Campana de Gauss.

Años después, al profundizar en mis estudios pedagógicos, me reencontré con la bendita campana, entre las modalidades más aceptadas, sobre todo, más científicas y a la vez más humana, de calibrar los aprendizajes escolares. Pero en los días en que Hamlet quiso implantarla en el Colegio Universitario, pareció una herejía, contraria a la rigidez de las notas tradicionales 1 a 10, 60 a 100 que los profesores usábamos para “quemar” o promover a nuestros alumnos, midiendo, más que evaluando, y en forma absolutamente individual, sin tomar en cuenta su posición en un conjunto.

Hamlet, quien no era educador titulado, sino ingeniero, encontró sin embargo, esa modalidad, pienso que sobre todo porque ya era el revolucionario que luego conocimos: rechazando los exámenes “clichés”, que juzgan a cada estudiante individualmente, sin tomar en cuenta el colectivo y sus relaciones biunívocas.

La “Campana de Gauss o la Curva de Gauss”, como también se le conoce evalúa, por el contrario en función del grupo. Clasifica a los estudiantes a partir de un centro, la cúspide de la curva donde se concentra la media estadística. En un polo de la curva que se vuelve prácticamente plana en sus extremos se colocan las calificaciones más altas; en el otro lado las más bajas. Todas las “notas”, todos los estudiantes estaban articulados en un promedio que calibraba el aprendizaje del conjunto del curso.

Visión socialista avanzada de una pedagogía todavía extraña en República Dominicana y que ni siquiera en la UASD, heredera del Movimiento Renovador fue comprendida y aceptada.

Hamlet lo peleó, con ese vigor que se convertía en cólera casi sagrada cuando argüía frente a contrarios sus tesis. Perdió el pleito, y la “Campana de Gauss” fue motivo de chistes en la comunidad uasdiana, hasta que los más avanzados tratados de Estadísticas y de Ciencia de la Educación y en particular de evaluación de colectivos de ciencia, trajeron al país, como forma novedosa y eficiente de superar los exámenes ortopédicos individuales, la “Campana de Gauss”.

En una pirueta de mi memoria ante la dolorosa noticia de la muerte de Hamlet Hermann, pienso en la campana. En SU “campana”.

Suena para llorar por los que no le comprendieron antes, y por los que comprendiéndolo y temiéndole aun después de muerto, le regatea los honores de Héroe Nacional que le correspondían.

Dobla por el país, entrampado aun después de tantos años en el individualismo exacerbado, en un “poner notas” a la delincuencia “asigún” malas si los que delinquen son pobres, excelentes premiados a los de arriba. Tañe sobre todo, por él. Por Hamlet Hermann, para suplir su voz estentórea, su prosa inflamada, apasionada su terquedad en la lucha por la igualdad y la justica.

La Campana de Gauss resuena dentro de mí, ojalá que en el ánimo de todos, siga tañendo, y nos convoque a ser como era Hamlet, un ciudadano activo, un político intransigente, un combatiente de por vida. Para que una curva trazada con manos solidarias y limpias, distribuya a los dominicanos/as en base a sus capacidades, necesidades y méritos, asignándoles buenas notas que les promuevan al Estado de Bienestar por el que combatió Hamlet Hermann.

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