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EL BULEVAR DE LA VIDA

La venganza nunca es buena…

UNA MALA ESTRATEGIA. Luego de exigirles utilizar siempre las dos palabras mágicas: “por favor” y “gracias”, la frase que más he repetido a las Paola es esta: “La venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena”. Tal que el pasado domingo, Ricardo Pérez Fernández escribió en su columna de esta casa sobre lo peligroso de la sed de venganza que existe hoy en la política venezolana, a partir del éxito de la oposición en las pasadas elecciones legislativas, y cuya expresión más notable ha sido la decisión de los nuevos legisladores de retirar los retratos del fenecido presidente Hugo Chávez, y hasta de Simón Bolívar (-el nombre que une a todos los venezolanos-) del hemiciclo legislativo y de los despachos. Pérez Fernández nos recuerda la estrategia de Bosch en 1962, y la de Mandela en Sudáfrica entre 1990 y 1994, para ganar las elecciones, uno, y para hacer viable la reconciliación de su país dividido, el otro. Si esto ocurre a nivel de países, con más fe debe cuidarse un partido político de tomar decisiones o permitir acciones que puedan incentivar los “enfrentamientos fratricidas”, a los que se refiere Pérez F. en el caso de Venezuela.

LA PEOR PESADILLA. Sin ser Sudáfrica, Chile ni España, el PLD tiene mucho que aprender de los procesos políticos de esas naciones. Y es que hoy, para nadie es un secreto la fuerte división que padece ese partido, agravada por los efectos del acuerdo a lo interno del Comité Político que dio legitimidad a la modificación constitucional para la repostulación presidencial. Ese acuerdo evitó el “destape ético” que hubiese supuesto la compra de voluntades de legisladores dentro y fuera del PLD, pero significó un duro golpe a la democracia interna de una organización que ya venía presentaba grandes deficiencias en el tema, y que desde hace años arrastra los efectos negativos de su electoralmente exitoso proceso de masificación. Hoy en el PLD se ha hecho realidad su peor pesadilla: la de verse convertido en el partido del que fue negación, y para negarlo fue creado; por eso, los temas ético, educativo y disciplinario fueron siempre tan importantes en la etapa boschista del PLD.

COMO A LAS PAOLA. Aunque con una amplia ventaja en las encuestas, avances que mostrar en temas fundamentales; con una economía en crecimiento (un crecimiento pésimamente distribuido pero real), más una oposición errática y torpe bajo el manto de un partido institucionalmente débil, mal haría el PLD con creerse desde ya el vencedor de las próximas elecciones, y a partir de tan arrogante conclusión continuar su “aloque full”, su guerra fratricida de palitos chinos, su negación a leer al Martín Fierro que siempre cito. En el PLD existen dos sectores dominantes, ambos con jabón de cuaba en los bolsillos. Hoy, todos los caminos, encuestas, conducen a una victoria del PLD en mayo. Pero hoy. Si en siete días (con descanso incluido) hizo Dios el mundo, en cuatro meses hay tiempo de sobra para destruir el mundo gubernamental del PLD, y sacarlo de Palacio.

Bastaría una segunda vuelta para que el escenario político cambie radicalmente. Y el PLD debería saber que cualquier cosa puede pasar en un país que él ha gobernado 16 de los últimos 20 años, con el lógico desgaste que ello supone, y además, un país colonizado por un Embajador en públicas funciones de Pro-Cónsul del Imperio; un país con una clase dominante que con sus dignas excepciones nunca ha sabido de Patria sino de beneficios, exenciones, contratos. Súmele a esto la muerte de las lealtades partidarias y la desconfianza del ciudadano hacia los políticos en generalÖ y lo verá más claro. Al PLD, como a las Paola, le manda uno a decir siempre: “por favor” y “gracias” (ser humildes), y a releer atentos el refranero popularÖ. “la venganza nunca es buena, mata el alma, la envenena” y hasta puede hacer perder elecciones casi ganadas cuatro meses antes. Con su permiso.

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