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El entresijo de una muerte

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Silvio Herasme PeñaSanto Domingo

La opinión pública ha quedado atónita por un hecho extremadamente grave que no parece tener sentido. Cuesta pensar que una persona aparentemente sana llegue a involucrarse en un desaguisado del que no surge ninguna claridad.

El asunto duele mucho más por tratarse de personas que llevaban muchos años de “amistad” o relaciones personales y comerciales. Y lo peor es que la persona que parece tener toda las explicaciones ha guardado absoluto silencio sobre el caso y las autoridades policiales y civiles no parecen animadas a ofrecer una explicación del asunto, quizás por la vinculación de la víctima con las máximas autoridades del Estado y la institución política afectada.

Nadie comete una locura extrema sólo por hacerla, o perturbado de un momento para otro. No se sabe nada de la personalidad del homicida-suicida, pero se tiene que tener en cuenta que era un padre de familia normal, que no tenía ni un historial de violencia de ninguna índole negativa.

Entonces: ¿por qué este señor se decide a asesinar a una persona amiga, de un alto status social y político, con la que ha compartido durante mucho tiempo y con la que ha hecho negocios y establecido relaciones sociales normales…¿Qué llevó al ingeniero eléctrico, Luis Esmerlin Féliz Féliz , a indignarse de tal manera que no encontró otra salida que el extremo de asesinar a un amigo, a su escolta y luego suicidarse?.

No hay que ser un académico de la Nasa ni un experimentado psiquiatra ni un cientista social para encontrar que ha sido una vieja y frustrada relación comercial (matizada por el incumplimiento) lo que estremeció el carácter del homicida hasta dejarlo sin ninguna otra salida, y sin otras opciones.

Por lo que ha dicho la viuda del homicida- suicida, la clave de la tragedia es un hermano de la víctima principal.

Esa persona lógicamente impactada por los resultados de sus propias acciones no ha querido decir ni media palabra. Y parece que las autoridades no están en eso de que hable.

Y sí debería hablar, para contrastar su versión del caso con la de la viuda del victimario y dejar claro el entresijo.

Resultaría sano clarificar ante la opinión pública las razones que pudo alocar al ingeniero Féliz hasta el punto de cometer uno de los crímenes más dolorosos y absurdos que ha estremecido a este país en las últimas décadas.

Porque si es cierto que el homicida- suicida fue víctima de un allanamiento legal o ilegal de su morada, de saberse qué movió al hermano de Juan de los Santos a recurrir a una medida extrema de fuerza. Debe saberse si el allanamiento fue legal o no, y las razones del mismo.

Ha estado corriendo la versión de que el ingniero Feliz había comprado un carro de lujo con la exoneración de un diputado y que fue el hermano del alcalde el que financió la operación y que el beneficiario del carro no estaba pagando sus compromisos.

La viuda del homicida-suicida ha dicho que sí estaban pagando, reconoció el atraso y afirmó que el vehículo estaba en venta para saldar el compromiso. Esas son situaciones que se producen todos los días y no conocemos que nadie haya muerto ni se haya suicidado como consecuencia de las mismas.

Lo que parece colegirse, para desenredar un poco el entresijo, es que el hermano de Juan de los Santos aparece como responsable de la forma en que trató al ingeniero y que se extralimitó en la solución del caso sin ni siquiera informárselo a la persona que pagaría con su vida sus arrebatos.

Los hechos, especialmente cuando son tan graves no ocurren por nada.

Obedecen, sin razón o con ella, a las formas, las desconsideraciones y el temperamento del afectado.

Hasta donde se ve, sin pretender ser ninguna otra cosa que un periodista viejo, que hemos visto con paciencia como le entra el agua al coco, que la desgraciada e injustificada muerte del señor Juan de los Santos fue el resultado de una mala solución a un caso en cierto modo ilegal.

Y después del palo dado, ni Dios lo quita.

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