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Reforma. ¿Palabra o Concepto?

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Yvelisse Prats Ramírez De PérezSanto Domingo

Platón afi rmó que las palabras son simples convenciones. Bally y Saussure advirtieron que no siempre es vinculante la relación entre signifi cante y signifi cado.

La Biblia advierte la peligrosidad de una lengua que desnaturaliza o miente.

En resumen, para los fi lósofos lingu¨istas y teólogos: una cosa son los CONCEPTOS y otra cosa los nombres.

Eso se comprueba actualmente aquí, con lo que se denomina REFORMA EDUCATIVA.

Al principio de este período de gobierno, el Ministro de Educación quiso dar un salto cualitativo, y pretendió una REVOLUCIÓN en el sistema; no una reforma cualquiera.

Las revoluciones no se hacen por parcelas, son fenómenos sociales políticos, económicos y culturales totalizantes y en este país la única revolución que se conoce en el último siglo fue la de abril del 65, por tanto, no puede existir una revolución al margen del conjunto nacional.

Sabido esto nos pusimos a analizar si las acciones puestas en práctica correspondían, por lo menos a una REFORMA en su sentido lato, en la semilla epistemológica que debe buscarse siempre dentro de la cáscara de los morfemas.

Una REFORMA implica CAMBIAR algo para avanzar, para obtener logros, después de evaluar lo hecho, con rigor y justicia. Una reforma auténtica no es lineal, mira hacia adelante pero es una espiral transformadora; borra, vuelve a delinear, coteja resultados, toma en cuenta con quienes, para quienes y sobre todo, PARA QUÉ se reforma.

A partir del año 2012, la comunidad educativa se ha mantenido esperando la reforma educativa anunciada como revolucionaria por el gobierno.

De acuerdo a los que saben, una reforma educativa tiene cuatros pilares fundamentales: un presupuesto adecuado; un desarrollo profesional docente que abarque a la vez formación inicial; perfeccionamiento permanente y dignifi - cación magisterial; una trasformación del currículo para que sea pertinente, fl exible y posible, y un cambio en el modelo de gestión para hacerlo más efectivo descentralizándolo.

¿Se han cumplido esas cuatro condiciones en nuestro país? La primera, sí: las protestas ciudadanas de las sombrillas amarillas obligaron al cumplimiento de una ley que se engavetó durante 18 años sin cumplirse.

Las otras tres, y los que nos mantenemos escrutando la realidad de nuestro sistema educativo, sabemos que NO.

La formación docente tiene una baja asignación dentro del total del 4%.

No se han coherenciados los planes de estudio, de universidades e institutos, que no se corresponden con las necesidades concretas que surgen en las aulas, se exige en los concursos saberes que no se les enseña en sus carreras y los exámenes son hechos por técnicos foráneos.

Esos concursos, además se envilecen, nombrando a dedo, técnicos, cuyos certifi cados consisten en el carné de la estrella sobre fondo morado.

La ADP, convertida en sucursal de MINERD calla en un Consejo de Educación desertor de sus obligaciones como máximo organismo de gestión de la educación dominicana.

En cuanto al currículo, corazón mismo de una verdadera reforma educativa, nadie sabe a ciencia cierta cuál es el que se está aplicando en las aulas.

Se han distribuido de cuando en cuando, algunos documentos sobre el tema. No se aclara bien si se mantiene vigente la reforma curricular buena, pero nunca bien aplicada de los años 90; y el único cambio fi nalmente, volver al pasado, en cuanto a distribución de grados, nombres y niveles: ahora vuelve a ser Primaria, con 6 años, y Secundaria con otros 6. Nada nuevo, y sin explicar por qué.

En la gestión, basta oír al ministro Amarante Baret, para confi rmar la absoluta centralización y autoritarismo vertical de ella. Y habla más de un Consejo de educación adocenado, en el que la representación ciudadana no ha asumido su rol adecuadamente.

Los miembros de ese Consejo no se acuerdan de que existen, solo asisten para aprobar las decisiones del Ministro. ¿Qué se reforma, en suma? Construir escuelas, miles de escuelas, manchada por los escándalos de la corrupción, es un medio, pero no un fi n de una verdadera reforma educativa.

Impartir más horas de clases, aburridas, no es un objetivo, sino una posibilidad para aprendizajes que no se producen. Basta ver los resultados de las evaluaciones internacionales, CERCE I y II, TERCE, ¿PISA, la desconocida? Ni siquiera en el campo de la alfabetización y educación de adultos, que asumió el Presidente como estandarte de la política social de su gobierno, se ha logrado reformar las viejas prácticas.

Quisqueya Aprende Contigo ha sido una campaña más; estatal, capitalizada políticamente, y el sueño y la esperanza que compartimos muchos, aun los no peledeístas se han desvanecido.

Los sabios tienen razón. Las palabras no siempre representan conceptos. La reforma educativa en RD ha sido solo un libreto más recitado sin saberlo, ni creerlo, sin sentirlo. Y sin sentido.

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