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REFLEXIÓN DEL ALMA

Relatos edificantes para las ausencias

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Leonor Porcella De BreaSanto Domingo

La educación es importante en cualquier nación del mundo, incidiendo determinantemente en verdades contundentes como los valores morales.

La República Dominicana tiene un gran vacío masivamente por esos valores, sin olvidar la parte educacional que es lo primordial. No creo que en las escuelas públicas los enseñen; sin embargo, es precisamente en los sectores pobres donde más se necesitan. El Gobierno dominicano, al estar bien intencionado con nuestra Patria, debería fijar en todas la escuelas nacionales como obligatorio, la inclusión de valores morales, en todas las clases, a partir del cuarto grado de la escuela primaria.

Es muy triste ver en las calles de la ciudad capital, niños harapientos buscando en los zafacones algo de comer; me acerqué a uno de ellos, y desde luego que lo alejé de lo que hacía, tratando de explicarle el daño que producía, una gota de lo que se comía. Me dijo que con hambre no importaba lo que se comiera; entonces le compré un emparedado, un refresco y una barra de chocolate.

Pobrecito nunca había probado ese tipo de dulce. Me dijo que no tenía padres, ni allegados.

Le pregunté a dónde vivía, respondió que en las calles. Inmediatamente lo llevé a mi casa, hice que se bañara y le regalé ropas de mi hijo, que tenía más o menos su edad. ¿Y saben que sucedió, después que estaba repleto por haber comido tanto, haberse bañado y con ropas limpias? En lo que fui a cambiarme se marchó. No imaginas lo que lo busqué, todo fue inútil; no obstante, han pasado largos años, y cuando voy por las calles, busco a un jovencito vendiendo algo, que se le parezca; ningún esfuerzo ha sido suficiente, ese niño desapareció de nuestra ciudad.

La vida es difícil para el ser humano, a veces se presentan hechos demasiados tristes, incidiendo en una dura realidad, que también nos cubre; consecuentemente, la nuestra consiste en que todo ser pudiente, no puede olvidar a quienes no tienen qué comer. Tenía una niñera cuando pequeña, nunca se casó; sin embargo, en su casa vivían tres niños.

Un día conversando con ella me contó que los fue llevando a su casa uno a uno; eran pobrecitos sin familia, quienes deambulaban por las calles, de la parte alta de Santo Domingo; ella los fue recogiendo, por separado. y con mucho esfuerzo fue haciéndolos hombres de bien. Ya Juliana murió, que en paz descanse; estoy consciente que esos jóvenes quedaron preparados, uno con carrera, los otros dos como maestros de albañilería.

El mayor de los tres me localizó, a través de mis artículos periodísticos, consecuentemente pude dar cuenta de sus actos; después de la muerte de su madre adoptiva, ellos también desaparecieron; no obstante me quedé tranquila, pensando que ella se fue en paz, después de lograr su propósito.

La importancia de ponerles a nuestros hijos, personas de valía para cuidarlos, es imprescindible, porque el trato personal influye determinantemente en el carácter del niño. Y más porque desdichadamente, nuestro país, es paupérrimo en educación.

Todo ser humano que le sea posible, debe de poner un granito de arena, para mejoría de nuestros compatriotas extremadamente pobres; así como mi niñera pudo hacerlo, quien haga un esfuerzo podrá también lograrlo, para alegría de nuestra patria.

Existen personas que se mortifican con este tipo de verdades; no obstante sino se hablan, es imposible tratar de cambiar la parte dañina por realidades necesarias e imprescindibles, que le urgen a República Dominicana.

Por esa razón insisto en que nuestro Presidente, decida imponer en todo colegio los VALORES MORALES.

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