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La jueza Awilda: una triste historia

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Silvio Herasme PeñaSanto Domingo

La breve declaración de la denunciada jueza Awilda Reyes Beltré parece que está orientada a crear un verdadero marasmo político en torno al Poder Judicial dominicano.

Su desmentido a formales declaraciones del presidente de la Suprema Corte de Justicia es un hecho sin ningún precedente en el país, al menos hasta donde mi mente lo registra.

Se supone que cuando un funcionario de la categoría del jefe del Poder Judicial habla, nada más que en rueda de prensa, es la última e irrefutable palabra, pero acaba de ocurrir.

La jueza Awilda Reyes declaró antier al salir del despacho del Procurador General de la República, doctor Francisco Dominguez Brito, que ella no ha confesado haber recibido soborno para poner en libertad a un dirigente sindical acusado de sicariato.

Su abogado el doctor Tomás Castro explicó a la prensa que la jueza Reyes no puede emitir declaraciones más precisas porque su caso está en investigación.

Un abogado como Tomás Castro, con un largo historial desde el caso de la desaparición de Narcisazo, se ha hecho cargo de la defensa pública de la jueza indicando que no le teme a una confrontación con el jefe del poder judicial doctor Mariano Germán y hasta se le nota un aire de satisfacción para lidiar con el doctor Germán, un reconocido del derecho comercial.

Lo que dijo el doctor Germán y lo que ha dicho el doctor Castro ha generado desconcierto en la opinión pública porque ya algunos estaban preparados para lapidar en la plaza pública a la jueza, después de las declaraciones que el presidente de la Suprema Corte de Justicia y de los actos denunciados en contra de la señora Awilda Reyes. Hay personas ligeras que razonan como un flash y concluyen: “si liberó a un sicario y ordenó devolver 20 millones de dólares a la empresa del señor Del Tiempo, preso por tráfico de drogas, entonces es verdad lo dicho por el presidente del Poder Judicial”.

Cualquier abogado no se prestaría a asumir la defensa de una jueza desacreditada y condenada a sufrir el peor escarnio por su alegada venalidad, pero Tomas Castro no se arredra y desafía con todas las implicaciones al “estatuto judicial” del país, alegando que la señora jueza “ni es culpable, ni ha confesado”…¿Cuál es la apuesta del doctor Castro?... ¿ante qué juez, o juzgado podrá descreditar a Mariano Germán y sacar indemne a la jueza?.

Va a tener que convencer a la opinión porque la percepción general es que, efectivamente, “algo huele mal en Dinamarca”, o en la justicia domincana y le va a costar mucho que la percepción olorífera de la opinión pública es perfume y no pudrición.

Castro aún no ha podido resolver el caso de Narcisazo porque no ha podido lograr un culpable y una condena… ¿Se excusará en el balaguerismo? A “groso modo” Tomás se ha embarcado en una aventura difícil de realizar y hasta podría naufragar en las agus procelosas del mar de la razón.

Le doy crédito no sólo a Mariano Germán, aún más allá de que no tenga prueba escrita, pero creo en las declaraciones del exprocurador general de la República, doctor Subero Issa quien descarta que Mariano Germán sea capaz de ejecutar una triquiñuela como lo que denuncian Castro y su jueza defendida.

El caso, sin dudas, es un espectáculo ideal para las facultades de derecho del país y pueden aprovecharlo para que los futuros abogados que saldrán de sus áulas reciban una “nutritiva” inyección de conocimiento legal….y hasta prácticas “non santas”.

Mejor de ahí…nada Juicios de un Embajador: El embajador de los Estados Unidos en el país, señor James Brewster, acaba de pronunciar un discurso ante la Cámara Americana de Comercio y ha considerado oportuno el momento para echarle al país una lavatiba de “basofia”, incluyendo atribuirse el absurdo derecho de intervenir en nuestros asuntos internos más delicados.

A nivel diplomático sólo se ha escuchado una hirsuta reacción desde Roma, pero no del Canciller dominicano, señor Andrés Navarro. Si no quiere hacerlo debería encomendar al embajador adscrito, Manuel Morales Lama, para que ponga al diplomático norteamericano en su verdadera dimensión.

Tan ofensivas han sido las palabras del señor Brewster que sería ofensivo y hasta mezquino, si no se produjera una reacción oficial o extraoficial de la Cancillería Dominicana.

De mi época de embajador dominicano en Haití, Colombia y Uruguay, recuerdo que la principal preocupación del servicio exterior dominicana era no inmiscuirse en los asuntos internos del país en donde usted es acreditado.

Francamente no se si el servicio exterior norteamericano ha cambiado la norma y habrá vuelto a la vieja usanza de considerar a estos pueblos como “ciudadanos de segunda” que lo aguantan “todo”.

Es frustratorio y lamentable…¿En dónde pondremos el Acuerdo de Viena?

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