Educar para la honradez

Recuerdo siempre con cariño y con afecto cómo la educación que yo recibía en mi hogar y la educación que se daba en los hogares, ponía un acento en la educación para la verdad; aquel himno tradicional que repetimos tantas veces, “no digamos jamás la mentira...”, educar para la verdad, sigue siendo necesaria y en pie esa educación.

Igualmente se nos educaba para la justicia y para la honradez, hoy día necesitamos lo mismo, sobre todo para la honradez.

Cuánto nosotros nos quejamos de la corrupción, cuánto nosotros nos quejamos del daño que se hace con esas prácticas de falta de administración honesta.

Por eso la familia ha de aportar un auténtico sentido de orientación para la honradez, de nuestros hogares han de salir los políticos y los administradores que nosotros deseamos.

Ministros y administradores honrados, si hoy clamamos contra la corrupción, si se tiene la percepción de que la justicia no hace lo que tiene que hacer en el campo de corregir lo que son actos corruptos, la familia ha de poner su parte y ha de hacerlo.

Animémonos una vez más a seguir fi eles en una educación de la verdad, la justicia y la honradez.

Hasta mañana, si Dios, usted y yo lo queremos.