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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

Pío XII y la Segunda Guerra Mundial

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Manuel P. Maza Miquel S.J.Santo Domingo

Recordemos que en los primeros días de su pontifi cado, Pío XII escribió una carta personal a Hitler, luego de consultar con los Cardenales alemanes. No se ha podido determinar si Pío XII conoció el borrador de la Encíclica Humani Generis Unitas contra el racismo anti- judío nazi que Pío XI pensaba publicar.

En su primera declaración pública, Pío XII exhortaba: “Queremos añadir un deseo y una invitación a la paz... la paz entre las naciones, en amistosa colaboración” Todavía el 24 de agosto de 1939, el papa afi rmaba “nada está perdido con la paz; todo puede perderse con la guerra”. Es público que Pío XII pidió a Polonia que cediera ante las demandas alemanas respecto del Puerto de Danzig. Alemania inició la guerra el 1ro de Septiembre de 1939 bajo el pretexto de responder a un ataque polaco, ¡ataque organizado por las mismas fuerzas alemanas! Las potencias aliadas pidieron que el papa condenase la invasión de Polonia, país católico.

Pío XII se abstuvo. A través del Nuncio Orsenigo protestó por el trato dispensado a las poblaciones invadidas. Pío XII condenó la invasión rusa de Finlandia, pero calló ante el ataque alemán contra Dinamarca y Noruega. Luego del ataque alemán a Bélgica, Holanda y Luxemburgo, el papa envió telegramas de solidaridad a sus gobernantes.

Po r esos días, grupos de fascistas italianos atacaron el periódico pontifi cio L’Osservatore Romano, por las expresiones de solidaridad del papa, quien protestó que se había expresado en tanto que “padre supremo, colocado por encima de los acontecimientos del mundo, y que había evitado el uso de términos políticos, como el término –invasión--, que habría supuesto una toma de posición (...)” Luego añadió, “deberíamos de pronunciar palabras de fuego (...) pero sólo nos retiene el hacerlo el saber que, si hablásemos, haríamos la situación de aquellos infelices aún más dura”.

El papa hizo referencia directa a las condiciones que estaban sometidas las poblaciones de los territorios ocupados, pero procurando evitar toda implicación explícita de las autoridades y los sistemas de gobiernos.

“...el trato que se da a los no combatientes está muy lejos de ser conforme a las normas de humanidad.

Dios nos es testigo de que al afi rmar esta verdad nos mueve nuestro deber y no ningún espíritu de partido ni el miramiento a ninguna persona.” En la Encíclica Summi Pontifi catus del 20 de octubre, 1939, Pío XII recababa “la simpatía humana y fraterna del mundo” para Polonia donde se escuchaba el desgarrador lamento por la “sangre de innumerables seres humanos, incluso no combatientes.” En la Navidad del 1939, Pío XII buscaba que el Rey de Italia y los Estados Unidos presionaran a Mussolini para que se mantuviera fuera de la Guerra. Usó la radio para pedir la paz. Il Duce, Mussolini, oyendo estos mensajes radiales se lamentaba de no haber extirpado de Italia “el cáncer del papado”, y se quejaba ante Galeazzo Ciano, su yerno: “el papa siempre pierde la ocasión de callarse”, y al subir la tensión, “habrá un campo de concentración también para el viejo del Vaticano, si no deja de litigar por la paz”.

Durante el verano y el otoño de 1940, cuando la fuerza aérea alemana bombardeaba Londres y otras ciudades inglesas, Pío XII se refi rió a estos bombardeos. El 24 de noviembre condenó a los que “...

ocultos en las tinieblas de la noche, lanzan sobre poblaciones indefensas terror, fuego, destrucción desgracia”.

(Guido Zagheni, Curso de Historia de la Iglesia IV, 1998, 343, 344, 345, 347).

A pesar de su anticomunismo visceral, Pío XII no aprobó la invasión de Rusia el 22 de junio de 1941, presentada por la propaganda nazi como una cruzada contra un país ateo. ¿Qué principios regían la actitud del Pío XII durante la guerra y qué pretendia?

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