Tiempo para el alma

“Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios”. Sal. 103: 2.

Hay días en los que las cosas no nos salen bien; cada paso desde el despertar parece ser un contratiempo. En momentos así solemos ser pesimistas, ponernos de mal humor, irritables, intolerantes, necios. No vemos las oportunidades que nos ofrecen las adversidades. Quizá encontremos una forma de cambiar las cosas desde el principio: Orar a Dios, el que nos perdona, nos sana, nos rescata, nos baña de misericordia; el que nos enseña a ser justos, el que nos ama con amor infinito.

Ante la adversidad demos gracias a Dios y de seguro que esos detalles o esas situaciones que nos empañan el alma, cederán ante nuestro gran deseo de sentir la presencia de Jesús aun en medio de las dificultades.