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PENSANDO

Carta de mi hija

Me siento bendecido por mi hija Violeta. Apareció en mi camino para llenar el vacío con que su nobleza de corazón despertó la ilusión de volver a ser padre. Hoy sus triunfos son los míos y su ejemplo es el ejemplo de que el amor todo lo puede y que el respeto es la principal virtud para alcanzar con dignidad todas las metas. Hoy comparto estas líneas escritas por ella en el año 1992, todavía adolescente, en un momento donde el alimento de la solidaridad era el único que llenaba mi deseo de superación frente a los obstáculos que se nos presentaban.

“Para mi Papá: Nuestra labor no ha sido fácil, hemos recorrido senderos de rosas sin tan siquiera percibir su hermosura, ya que las espinas que nos herían constantemente nos lo impedían. Hemos caminado por interminables desiertos de envidia y rencor, sin hallar otro oasis que el de la fe en Dios y el apoyo mutuo. Nos hemos enfrentado con inmensos caballeros de pesimismo y mentiras, pero, al fin, nuestros pies cansados y temblorosos han llegado a un lugar de descanso.

El cielo ya está azul, y aunque los nubarrones pretendan empañar su hermosura, solo la hace ver más real; solo permite observar su nitidez al lado de la negrura de las nubes y solo nos recuerdan nuestros pies heridos, lo oscuro del ayer, la soledad que sentimos aun estando rodeados de personas; pero eso quedo atrás, se fue con cada sonrisa, cada aplauso, cada gesto de aquellos que entusiasmados daban un SÍ al deporte, un SÍ a la vida.

Y es precisamente por ellos por quienes lucharemos en adelante, por quienes saltaremos obstáculos y escalaremos montañas. Pero esta vez no estaremos solos, junto a Dios, compañero inseparable y a nuestro deseo de superación, irá la mirada limpia y pura de cada niño necesitado, las manos suplicantes de cada madre herida, la fortaleza y astucia de los jóvenes de hoy, la madurez y optimismo de los hombres de ayer, la esperanza humilde de la gente del mañana y... a este equipo de semejantes jugadores ¿quién los podrá vencer?”.

Quiero expresar que el contenido de esta carta correrá en mis venas hoy, mañana y siempre, como testimonio de lo espontáneo de la belleza de la solidaridad. Hoy, así, al pasar de los años, su valor crece en mi corazón.

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