Si son tan amables…

Cuando en un vuelo cualquiera se invita a los pasajeros a que enderecen sus asientos, cierren las mesas plegables, coloquen sus cinturones, se los abrochen, dicen siempre: si son tan amables.

Es una invitación que se hace para cumplir un deber. Qué bien suenan esas palabras; lo mismo se puede decir y se dice tantas veces en las calles cuando el policía nos invita a que hagamos lo que tenemos que hacer; si son tan amables, vayan por la derecha; si son tan amables, cumplan las leyes del tráfi co; si son tan amables, cumplamos nuestro deber.

Cuando esto no se hace, incluido en los aviones, vendrá alguien, un mozo, una moza, y nos dirá: suba el asiento y colóquese el cinturón, entonces exigirán las leyes. Y todavía más, cuando eso no se cumple en un segundo momento, habrá todavía una insistencia mayor.

Ojalá nosotros pudiéramos cumplir nuestros deberes con la simple expresión: si son tan amables… Si somos tan amorosos, si hacemos las cosas porque queremos, porque queremos respetar al otro, porque amamos a los demás, y no solamente esto, si son tan amables, respetemos nuestra propia vida y seguridad.

Si somos tan amables, cumplamos las leyes, para nuestro bien y para el bien de los que nos rodean Hasta mañana, si Dios, usted y yo lo queremos.