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El ejemplo haitiano

Desde el pasado jueves entró en vigor la disposición del ministerio de Economía y Finanzas de Haití prohibiendo el ingreso a su territorio por vía terrestre de 23 productos de origen dominicano, entre ellos alimentos básicos y de higiene y materiales de construcción.

No se trata de una veda, ya que los empresarios y comerciantes dominicanos podrán continuar exportando sus productos por vía aérea o marítima para ser controlados y gravados en las aduanas de Puerto Príncipe y Cabo Haitiano. Una decisión legítima e incuestionable dentro de sus prerrogativas como país independiente y soberano.

Muchos alertan sobre las pérdidas que esa medida puede acarrear a la economía dominicana, así como sobre el incremento de precios que provocará del lado haitiano. Sin embargo, el gobierno de Martelly argumenta que busca “mejorar el control de calidad” de las importaciones y “garantizar la seguridad de la población”.

Entiende, y le sobra razón, que como Haití carece de una infraestructura aduanal en la línea fronteriza, los productos dominicanos que ingresan por esos puntos no siempre pagan impuestos perjudicando su economía. El gobierno haitiano entiende también que la medida logrará promover la inversión y la creación de empleos en su país.

Y a pesar de que otras versiones vinculan la medida a intereses económicos y políticos cercanos a la familia presidencial, por cualquiera que sea la razón los haitianos no sólo tienen derecho soberano a decidir qué productos y por dónde pueden ingresar a su país, sino también que les sobran razones para hacerlo.

Lo cierto es que Haití necesita generar ingresos fiscales para iniciar un proceso de estabilización de su economía.

Y como ese país tiene décadas de retraso material y humano, lo lógico es que busque sustentar sus ingresos fiscales en los aranceles como hacían todos los países del mundo hace 50 ó 60 años… Y si un intercambio comercial que supera los mil millones de dólares anuales, como el que se produce desde la República Dominicana por vía terrestre se presta para la evasión y el contrabando, lo correcto es que se apliquen correctivos.

Lo ideal es que Haití procure fortalecer su infraestructura aduanal y de control fronterizo, pero ante la imposibilidad material de hacerlo debe acudir a medidas extremas que aunque pudieran parecer injustas y resultar costosas para mucha gente de un lado y otro de la frontera, a fin de cuentas son necesarias para sus intereses.

De hecho, esta decisión de Haití más que irritar o molestar a los dominicanos debería servirles de ejemplo, porque de este lado tenemos problemas similares y deberíamos aplicar correctivos condignos, como es, por ejemplo, la masiva y descontrolada migración ilegal haitiana... un gran inconveniente para la República Dominicana… Un buen porcentaje de los presupuestos de Salud y Educación la consume esa migración ilegal. Solo en las maternidades públicas, decenas de miles de haitianas paren cada año, algunas incluso cruzan la frontera solo para hacerlo; cada año hay que destinar decenas de millones de pesos en el combate de enfermedades como malaria y cólera, que ingresan por la frontera debido a su alta prevalecía en la población vecina. Y más de 100 mil niños haitianos asisten cada día a las escuelas públicas y reciben, al igual que los dominicanos, todos los beneficios inherentes a las ayudas estudiantiles que distribuye el gobierno.

La forma como la presencia intensiva de mano de obra ilegal haitiana degrada la calidad del trabajo es simplemente incalculable. Y de eso sólo se benefician empleadores inescrupulosos que pagan salarios inferiores a los que dictan las leyes y el mercado laboral, además de que defraudan al fisco y a la seguridad social, sólo para citar algunos de los problemas que crea una migración que nos ha desbordado.

Así como de aquel lado los problemas son los contrabandistas de productos y los agentes aduanales inescrupulosos, de este lado también tenemos delincuentes y militares corruptos que hacen negocios con el tráfico de personas, de armas, de drogas, de ajo, de arroz… ¡De todo! Por tanto, más que por reciprocidad comercial o diplomática, que ya sería suficiente, el gobierno dominicano debería disponer en lo inmediato el impedimento del tránsito de personas por los pasos fronterizos con el objetivo de controlar la migración ilegal y la trata de personas.

Los haitianos que quieran ingresar a territorio nacional deberán hacerlo por puertos y aeropuertos, para lo cual deberán estar debidamente documentados y contar con visas o tarjetas de residencia. Y aunque algunos sectores se vean afectados, es lo que debemos hacer para proteger los intereses dominicanos.

Habrá fugas de lado y lado... probablemente hacia Haití se cuelen contrabandos desde este lado, como a la República Dominicana seguirán llegando inmigrantes de forma ilegal.

Pero tanto ellos como nosotros estaremos en condiciones de enfrentar con mayor eficiencia dos problemas que tenemos en común… los haitianos, con el contrabando de productos dominicanos; y los dominicanos, con la invasión de inmigrantes haitianos que se ha tornado insoportable para la economía de este país e intolerable para la capacidad de absorción de la sociedad.

Ojalá que el Gobierno se anime a seguir el ejemplo de los haitianos… Es lo mejor para todos... a ambos lados de la frontera.

Esta decisión de Haití más que irritar o molestar a los dominicanos debería servirles de ejemplo, porque de este lado tenemos problemas similares y deberíamos aplicar correctivos condignos, como es, por ejemplo, la masiva y descontrolada migración ilegal haitiana... un gran inconveniente para la República Dominicana…

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