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Siete invasiones haitianas

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Jaime Fernández LazalaSanto Domingo

Por séptima vez, desde 1801 al 2015, en más de un siglo, Haití ha invadido a la República Dominicana, dejando en cada intento un fardo de angustias y horrores en los dominicanos.

Será un maleficio o un instrumento de fatalidad que nos dejó España, desde 1492.

En el mes de enero del 1801 Toussaint Louveture, caudillo de la sublevación contra Francia en la antigua colonia del occidente de Santo Domingo, invade la parte española y comete vituperables actos de violencia. Al retirarse, se lleva el Batallón fijo de Santo Domingo y lo hace asesinar en las cercanías de Port-au- Prince.

En 1805, en febrero, cuatro años más tarde, Desalines, el emperador de Haití, invade la parte oriental de la isla, ahora bajo el dominio de Francia en virtud del Tratado de Basilea de 1795, cometiendo las mayores iniquidades en el Sur y en el Cibao, tanto a la venida como en la retirada, degollando a cientos de mocanos.

En febrero de 1822, el presidente de Haití, Juan Pedro Boyer, al frente de un ejército de más de 12 mil hombres, invade la parte española de Santo Domingo que se había declarado independiente el año anterior, ocupándola hasta el año 1844.

En marzo de 1844, el presidente de Haití, Charles Hérard, al frente de un ejército numeroso, invade por el norte y por el sur el territorio de la República Dominicana, llegando hasta Azua y Santiago.

En marzo del 1849, el presidente de Haití, Faustino Soulouque, invade el territorio de la República Dominicana, llegando triunfante hasta las márgenes del río Ocoa, a 86 kilómetros de la capital.

En noviembre del 1855, el emperador de Haití, Faustino Soulouque, vuelve a invadir el territorio de la República Dominicana, por el Norte y por el Sur, llegando hasta Santomé y hasta Sabana larga.

Y finalmente, en el año 2011, por iniciativa del Presidente haitiano, Michel Joseph Martelly, la República Dominicana ha sido invadida, pero esta vez en forma pacífica, pero segura, bajo la justificación de miseria provocada por el terremoto del martes 12 de enero del 2010 y no ha valido la razón, fuerza y hechos, ni el flamear de muchas banderas dominicanas, para evitar una invasión de indocumentados, decididos a cualquier cosa, con tal de convertir a la isla en una sola nación.

Reglas claras en la migración haitiana y empadronamiento de ciudadanos podría ser un augurio de paz entre los pueblos haitiano y dominicano.

EL AUTOR ES ABOGADO, VICEPRESIDENTE DEL PRSD

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