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FE Y ACONTECER

“Jesús proclamaba el Evangelio del Reino, curando las dolencias del pueblo”

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Cardenal Nicolás De Jesús López RodríguezSanto Domingo

Domingo XXIII del Tiempo Ordinario - 6 de septiembre 2015

a) Del libro del Profeta Isaías 35, 4-7a.

Hoy volvemos a leer un texto del gran profeta cuyo anuncio tendría cabal cumplimiento siglos después en la vida de Jesús.

Las palabras consoladoras de Isaías, “se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará”, como tantas otras de este profeta excepcional, las hallamos fielmente realizadas en las múltiples obras de caridad que nos cuentan los Evangelistas.

Digamos algo de este gran profeta que se destaca en todo el Antiguo Testamento. Nació hacia el año 760 a.C., recibió la vocación profética el año 739, vivió una época agitada y decisiva, con la destrucción del reino del norte y la invasión de Judá por Senaquerib.

Es un profeta ligado a la corte, en su profecía resalta el tema dinástico, según la promesa hecha por el Señor a David. Isaías se sobresale entre todos los profetas del Antiguo Testamento, tanto por la clarividencia de sus mensajes como por su depurado estilo literario y el fidelísimo cumplimiento de sus vaticinios.

De ahí la importancia que la Iglesia da a este profeta a lo largo del año litúrgico.

Quiero invitar a los amigos que nos siguen a leer la introducción que tienen en sus Biblias sobre Isaías, y sus contemporáneos. Es un modo práctico y sencillo para adquirir cierta cultura bíblica.

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b) De la Carta de Apóstol Santiago 2, 1-5.

Conviene decir que la misma pertenece al grupo de las llamadas cartas “católicas”, (universales), porque no están dirigidas a una Iglesia particular como las de San Pablo sino a los cristianos en general.

Los versos que hoy presenta la liturgia como segunda lectura hacen referencia a la parcialidad que se puede tener con los miembros de la comunidad: “Hermanos míos, ustedes que creen en nuestro glorioso Señor Jesucristo, no hagan diferencias entre las personas”. El apóstol pone un ejemplo concreto, si llega a la asamblea una persona con traje elegante y anillos de oro y entra también un pobre andrajoso, y ustedes fijan la mirada en el traje elegante y le dicen: Siéntate aquí en un buen puesto; y al pobre le dicen: Quédate de pie o siéntate allí en el suelo, ¿no están haciendo diferencias entre las personas y siendo jueces malintencionados?

La discriminiación del pobre no es compatible con la fe en Jesús, por estas razones. Muchos ricos oprimen al más débil, manipulan los tribunales.

El mismo Jesús hizo opción por los pobres, siendo fiel a la opción hecha por Dios desde el Antiguo Testamento. La discriminación viola la Ley de Dios, en cuanto contradice el precepto del amor.

(Cfr. Nota- comentario al texto que hoy tenemos como segunda lectura. La Biblia de nuestro Pueblo, P. Luis Alonso Schˆkel).

c) Del Evangelio según San Marcos 7, 31-37.

A cualquier persona que esté elementalmente informada del contenido de los evangelios, le impresiona la fidelidad y coherencia que tuvo Jesús frente a los pobres. Los cuatro evangelistas ilustran con amplitud sus milagros en favor de ellos.

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Debe decirse que esos mismos milagros son la confirmación de la verdad de sus enseñanzas y señal de la predilección de Dios por los más desamparados, a ellos dedicó Jesús la mayor parte de su vida pública, que fueron apenas tres años. No olvidemos que desde su infancia vivió en Nazaret, sometido a José su padre legal y a su madre María.

Pero los últimos tres años de su vida fueron dedicados a la predicación del Evangelio y a testimoniar su amor a los pobres, en esto coinciden los cuatro evangelistas.

Pero vengamos al milagro que hoy nos cuenta San Marcos. “Después salió de la región de Tiro, paso por Sidón (ambas ciudades estaban fuera del territorio de Palestina) y se dirigió al lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Le llevaron un hombre sordo y tartamudo y le suplicaban que pusiera las manos sobre él. Jesús lo tomó, lo apartó de la gente y, a solas, le metió los dedos en los oídos; después le tocó la lengua con saliva; levantó la vista al cielo, suspiró y le dijo: “Effetá”, que significa “Ábrete”. Al momento se le abrieron los oídos, se le soltó el impedimento de la lengua y hablaba normalmente. Les mandó que no lo dijeran a nadie, pero cuanto más insistía, más lo pregonaban. Todo lo ha hecho bien, hace oír a los sordos y hablar a los mudos”. Aquí se demuestra el corazón magnánimo de Jesús que siempre acogía con cariño a los pobres, enfermos y necesitados. Es la gran lección que hoy nos da, como en tantas otras ocasiones.

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