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VIVENCIAS

Casas vacías

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Juan Francisco Puello HerreraSanto Domingo

En el Japón, en su capital Tokio, existe el grave problema de las viviendas vacías.

Este número aumenta cada día, ya sea por el mal estado de éstas o porque habiéndolas recibido en herencia no les interesa ocuparlas. El problema es grave, en el 2013 había en Japón 8,2 millones de casas vacías, para un porcentaje de un 13,5 % del total de las viviendas. Lo curioso de este fenómeno, es que hasta se ha propuesto crear un Banco de Casas Vacías.

Esta situación se parece a lo que sucede con nuestra vida espiritual. Por una parte, recibimos del Señor en herencia una gracia muy especial, la de ser sus hijos y obedecer sus mandatos, sin embargo preferimos abandonar el camino y alejarnos de sus enseñanzas que conducen a una felicidad plena.

Igual que en Japón, preferimos mantener nuestra casa interior radicalmente vacía, sin tan siquiera tomarnos la molestia de amueblarla con aquellos pequeños detalles que nos hacen ser mejores seres humanos, como la comprensión y la voluntad fi rme de crecer en una fe inquebrantable.

Nos hacemos los sordos y los ciegos en una sociedad plagada de malos ejemplos y costumbres perniciosas. Hay que llenar esas casas vacías que reposan en nuestro interior, para que podamos resistir los embates de la malignidad que nos acecha y los desafíos que de cara a un futuro cada vez más incierto, nos esperan.

El P. Benjamín Rodríguez Vuelta, SJ, en “Ver o perecer” Mística de Ojos Abiertos, lo explica de esta manera al narrar una experiencia que convierte en parábola, cuando observaba a los pescadores en el mar Caribe, que con su experiencia sabían leer en la profundidad del mar y percibir que podían tener una buena pesca, sobre esto señala: “Esta narración nos ayuda a comprender la necesidad de crecer en una sensibilidad nueva que nos permita descubrir a Dios en la hondura de este mundo secular, donde la superfi cie aparece cada día más alejada de Dios, donde la imágenes explicitas de Dios están cada vez más desvanecidas y ausentes”; pero donde Dios se mueve en la hondura de una creatividad incesante, con una pasión infi nita por nosotros”.

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