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FUNDACIÓN SALESIANA DON BOSCO

La fiesta del domingo

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Juan Linares, SdbSanto Domingo

El mejor día de fiesta es el domingo. La fiesta es un maravilloso invento del mismo Dios. Luego de haber creado todas las cosas, Dios hizo la fiesta. Se sintió complacido y vio que todo era bueno e invitó a disfrutar de ello. Estar de fiesta es estar disfrutando de lo bueno que hemos conseguido o que se nos ha regalado.

Luego de una semana de trabajo es muy oportuno un merecido descanso. Este descanso no es para evadir y liberarnos de las tareas que durante la semana hemos realizado, sino para contemplarlas como señores que somos, pues somos imágenes de Dios, somos señores y no esclavos del trabajo, tal como nos ha dicho el Papa Francisco. Así el fruto de nuestro esfuerzo lo miramos con gratitud y benevolencia y de esta manera nos liberamos de estar obsesionados por el beneficio económico.

Hay muchas realidades entre nosotros que con el tiempo se deterioran o se desvían y van perdiendo su verdadera identidad. Así le ha pasado, también, a la fiesta.

En la sociedad consumista en que vivimos la gente dedicada al mercado ha visto en la fiesta un lugar muy oportuno para hacer buenos negocios y sacar grandes ganancias; y no hay nada más ilógico que el meter a la fiesta en un esquema de negocio. Convertir la fiesta en un negocio es un terrible mal para la humanidad. La verdadera fiesta nunca pude ser un espacio ni para ganar dinero, ni para gastarlo. Para estar de fiesta no hace falta tener dinero. La verdadera fiesta es siempre gratuita.

La sociedad consumista asocia, también, a la fiesta las características del desenfreno, la locura y el descontrol. Y es natural que en un clima donde todo está permitido y el descontrol se interpreta como libertad, se está abriendo el mejor espacio para malgastar el dinero. Cuando la fiesta corre por estos derroteros, al final de la fiesta terminas más cansado y más destrozado.

Es una verdadera pena que perdamos el auténtico sentido y la identidad de la fiesta. Dado que nuestra vida necesita tener un permanente sentido festivo, hemos de recuperar la auténtica fiesta.

La fiesta tiene un profundo valor sagrado, siendo un tiempo privilegiado para encontrarnos con Dios y con los demás. La fiesta es fundamentalmente un lugar de encuentro, especialmente con la familia.

Las mejores fiestas son siempre las fiestas familiares, pues en ellas el principal motivo de la alegría es el de estar juntos, compartiendo la vida, ya sea en el cumpleaños de una persona o en un determinado aniversario de un acontecimiento. Cuando la fiesta es de familia caben los ancianos, los niños, los jóvenes, los adultos, y el afecto es el lazo mejor de esta unidad entre todos.

Podemos decir que el domingo es el día que perpetúa la fiesta de la familia. Es muy hermoso ver esas familias que cada domingo van juntos a celebrar la fiesta de la fe en la Eucaristía, o que comen juntos reunidos en torno a una mesa, o que salen juntos de paseo y juegan y se divierten unidos.

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