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FE Y ACONTECER

“Jesús afirma que la pureza ritual de las purificaciones farisaicas es incapaz de dar la limpieza de corazón ante Dios”

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Cardenal Nicolás De Jesús López RodríguezSanto Domingo

a) Del libro del Deuteronomio 4, 1-2.6-8 Volvemos en este domingo al comienzo del Deuteronomio. El pasaje que hoy se nos presenta pertenece al primer discurso de despedida de Moisés. En el mismo, Moisés hace recuento de la historia de Israel desde la esclavitud y liberación de Egipto hasta el reparto de Transjordania, a punto ya de cruzar el Jordán para la conquista de Palestina.

El texto se centra en la Ley del Señor como sublime sabiduría que acredita ante las demás naciones al Dios de Israel y a su Pueblo. El libro del Deuteronomio (en griego significa segunda ley) es el último de los cinco libros del Pentateuco y constituye una “teología” de la historia israelita con la perspectiva que dan los siglos a los hechos relatados. Su redacción data probablemente de los tiempos del destierro babilónico en los círculos sacerdotales (siglo VI a.c.).

Esta Ley mosaica fue complicándose después con la casuística atomizada de las escuelas rabínicas imbuidas de fariseísmo. El Evangelio de hoy nos recuerda relativas a las abluciones y lo puro e impuro. La normativa tradicional daba seguridad a los espíritus conservadores ante los riesgos de cualquier cambio. Recuérdense los problemas que crearon los “judaizantes” al Apóstol Pablo, por ejemplo queriendo imponer la circuncisión a los paganos que se convertían al cristianismo, problema que el Concilio de Jerusalén resolvió en la libertad de Cristo (Hechos 15). (Cfr. Basilio Caballero, En las Fuentes de la Palabra, Para evitar un culto vacío).

b) De la Carta del Apóstol Santiago 1, 17-18.21b-27 El versículo 12 es una bienaventuranza que une el amor y la vida: “Dichoso el hombre que soporta la prueba y Dios lo premia con la corona de la vida. Jesús soportó las pruebas por fidelidad al Padre y por amor a la humanidad; por eso, Dios cambió su corona de espinas por una corona de resurrección.

Cuando un creyente resiste las pruebas por amor a la vida, pasa de una resistencia pasiva a una resistencia activa. Los versículos 13-18 son una reflexión teológica revolucionaria para la época y para nuestros días.

Dios no tienta a nadie ni hace mal las cosas. Santiago recupera un bello legado bíblico consignado en los dos primeros capítulos del Génesis.

En Gen. 2,7 se cuenta que el ser humano fue hecho de barro, signo de su fragilidad, pero al mismo tiempo recibe de Dios el soplo de vida. Dios nunca “sopla” tentaciones, sino vida; sin embargo, cuando el ser humano se deja llevar sólo por el barro, despreciando el soplo del Espíritu de Dios, cae en la trampa de sus propios deseos –ambición, codicia- que lo precipitan al pecado y a la muerte.

El ser humano es libre de optar por el bien o por el mal, por la vida o por la muerte. Que Dios todo lo hizo bueno y perfecto, es la misma tesis del primer relato de la creación. “Y vio Dios todo lo que había hecho y era muy bueno”. (Cfr. La Biblia de nuestro Pueblo, nota-comentario al texto de Santiago, Cap.1, versos 12-18).

c) Del Evangelio de San Marcos 7, 1-8.14-15.21-23 Puede parecer ridícula a la mentalidad de hoy el alegato de los fariseos y de algunos escribas de Jerusalén, “¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores?”.

Jesús les contesta: “Bien profetizó de ustedes, hipócritas, como está escrito: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos”. Y añade Jesús: “Dejan a un lado el mandamiento de Dios para aferrarse a la tradición de los hombres”.

Jesús afirma claramente que la pureza ritual de las purificaciones farisaicas es incapaz de dar la limpieza de corazón ante Dios, por ser algo externo no puede hacer puro al hombre, como tampoco nada externo lo hace impuro. Lo que de verdad contamina el corazón y hace impura la religión es “mancharse con este mundo”. (Cfr.

Basilio Caballero, En las Fuentes de la Palabra, comentario al Evangelio del 22 Domingo del Tiempo Ordinario).

Con estas palabras, dice el P. Cantalamessa, Jesús ejecutaba una verdadera y propia revolución religiosa respecto a la mentalidad dominante.

¿Qué nos dice Jesús, a los hombres y mujeres de hoy en esta escena del Evangelio? Con aquellas palabras, Jesús pone las cosas en su lugar y golpea en la raíz la tendencia siempre al acecho de dar más importancia a los gestos y palabras que a las disposiciones del corazón. Esto es, al deseo de parecer más que de ser buenos. Con otras palabras, a la hipocresía, al fariseísmo, al formalismo.

Como puede deducirse estas actitudes son radicalmente rechazadas por Jesús.

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