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El dadaísmo y la política

Alejo Carpentier, el escritor cubano autor de “El siglo de las luces”, dictó una conferencia en La Habana sobre el dadaísmo, que se publicó en un libro que tituló “Conferencias”, que recoge algunas intervenciones públicas transcritas para los fines de aquella publicación. El volumen llegó a mí de la mano de un compañero del PLD a finales de los años 80 junto al volumen “El mono desnudo” de Desmond Morris.

Disfruté más de una vez la lectura de estos títulos; de Carpentier, la diversidad de temas, que van, desde la música, hasta las artes plásticas, sin dejar de abordar, con cierta distancia, asuntos de orden político. De Morris, la especie de reencuentro con Charles Darwin y su teoría de la evolución mediante la selección natural, además del acercamiento a Federico Engels y su ensayo “El origen de la familia la propiedad privada y el Estado”.

De la conferencia “El dadaísmo” surgen enseñanzas o se aprenden lecciones que la cotidianidad, o la práctica, que en su suma se convierte en madre de la teoría, elaboran senderos de carácter axiomáticos que los conductores de masas, o líderes no pueden obviar. De “El Mono desnudo” se pueden arrancar indicadores que nos son útiles para ver, desde el instinto primitivo que nos marca, naturalezas infranqueables con las que hay que lidiar en grandes grupos humanos.

El ser, terminado por la conciencia, arrastra la naturaleza que se fragua en el día a día, aunque en ella influya la información genética que nos convierte en individuos, en seres diferentes, con característica irrepetibles. Así las cosas, la formación aliada a la herencia material que puede facilitar algún tipo de destreza, determina que un carpintero maneje el martillo con la misma habilidad que un cirujano un bisturí, pero que el primero no sepa ni siquiera agarrar apropiadamente el instrumento médico y el segundo no acierte en golpear el clavo.

Por ello, según Carpentier, el dadaísmo, un movimiento de rebeldía que inició proponiéndose hacer anti arte, devino en el surrealismo, porque en su afán de expresar la anti música, la anti poesía, la anti escultura, la anti pintura, terminaron creando una corriente artística, en razón de que todas aquellas expresiones de alzada fluían de hombres cuyo oficio era la creación del arte en sus diferentes manifestaciones.

Y así, nos cuenta el novelista, que para hacer anti poesía se dispusieron recortar palabras de periódicos, meterlas en una bolsa y sacarlas al azar para con ellas intentar la articulación de algunos versos; la acción solo logró reafirmar la condición de poetas de los que lo eran, pues resultó que los que sin serlo lo intentaron no pasaron de armar “textos” sin ningún sentido, y los que eran verdaderos vates lograron construir poemas memorables. Con las demás expresiones artísticas pasó igual.

En los años 80 hubo una rebeldía contra los políticos profesionales que fueron sacados del poder para llevar a tecnócratas con la idea de poner la gente al servicio del dinero, y como se sabe, nos condujeron hacia “La Década Perdida”. Ahora se vuelve a los improvisados despreciando a los políticos profesionales.

No olvidemos las lecciones: ¡Cirujano al bisturí, carpintero a su martillo!

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