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PUNTO DE MIRA

Delito en círculo vicioso

Las palabras del presidente Danilo Medina en torno al asesinato de la estudiante Franchesca Lugo Miranda son fuertes. Su petición de castigo ejemplar para los autores no fue del mandatario sino como padre de familia. La indignación ante la violencia y el involucramiento de agentes policiales desbordó el comedimiento con que normalmente actúa. Se hizo voz de pueblo.

El primer padre de la familia dominicana se sintió herido y encarnó a los progenitores de la víctima. Este reclamo de castigo ejemplar, cala hondo. El país está harto de la violencia social, del crimen que asola la nación sin que se le vea freno.

Una vez más se comprueba que en casi todos los eventos de pillaje, drogas y asesinatos están involucrados agentes de la autoridad. Los policías son los más involucrados pero no solo de ahí sale el tufo delictivo; también existe la participación de fiscales y se dice que la justicia libera la mayoría los delincuentes.

El común ver que los delincuentes llegan a casos mayores arrastrando un prontuario de presunta participación en delitos. Tienen una colección de fichas y se ignora cómo logran la obtención de la libertad. Esto nunca no ha estado claro.

La delincuencia atenaza la sociedad y encuentra apoyo en quienes deben castigarla.

El presidente de la República sabe que la inseguridad es una piedra en su zapato. Cada semana un crimen mayor borra o saca de titulares el anterior. Vamos de un escándanlo a otro sin que se atisbe la solución.

Dije que la remoción del jefe de la Policía nada resolvería, solo se ganaba un poco de tiempo. Son muchas las aristas que tiene la inseguridad social. El afán de lucro, los bajos salarios, la corrupción a todos los niveles y la exclusión son contribuyentes del mal.

Los salarios de miseria de los agentes del orden es un tema. Será una de las razones de que haya delincuentes en la Policía y las Fuerzas Armadas, pero no la única. Son los mismos ejecutivos del poder los que deben estudiar la situación y ponerle coto.

Danilo Medina no es culpable de la inseguridad y se sabe que esto le afecta política y emocionalmente porque también es jefe de familia. Su responsabilidad lo compele a sentar las bases de respuesta al problema. El país lo apoya.

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