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REFLEXIÓN DEL ALMA

¿Adónde quedará la soberanía nacional?

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Leonor Porcella De BreaSanto Domingo

¡El tema haitiano se complica, dicen que ese gobierno tiene presionado al Estado Dominicano! De ser cierto el nuestro no se quedará de manos cruzadas; imposible, porque tenemos un gran Presidente, que ha probado su gran condición de excelente estadista; sin embargo, de no actuar enseguida se llenará la República Dominicana de vecinos y se acabará nuestra Soberanía irremediablemente.

Nuestro Gobierno debe proceder sin demora, de no hacerlo la invasión pacífica de haitianos crecerá, siendo demasiado grande; teníamos medio millón de ellos, y ahora han entrado la misma cantidad evidente, de manera que existe sobre el millón de haitianos. No sería terrible, si fuéramos cercanos en ideales; sin embargo, cantidades de ellos tienen expresiones intolerables y tristes para el dominicano. En una plaza escuché a dos vecinos conversar con un dominicano, mientras le decían: “Oye, si aquí se arma una guerra, estamos bien porque somos muchos en esta tierra, y se puede asegurar que triunfaremos, porque detestamos algunos dominicanos”. Yo me marché furiosa, controlándome para no intervenir. ¿Es que creen que somos cobardes? Ignoran las veces que hemos luchado y siempre nos sale bien. Aunque no creo que en el presente ellos abominen al dominicano. Me dije: Amigos, esos asuntos pertenecen a nuestro gobierno; yo los pondría en la frontera para que se marcharan; esa es la vida, la política no es impulsiva, todo debe ser analizado para no errar. Figúrense qué esperanza abrazaremos, hacemos el bien, y recibimos a cambio: (descrédito y malos pensamientos) que ellos podrían seguir ejecutando en cualquier momento. Aunque amigos, el dominicano es valiente; sería mejor no intimidarnos, luchando.

¡La repatriación voluntaria de haitianos indocumentados ha causado este despliegue de inconsciencias hacia nuestra Patria! Nuestra nación no ha empezado las repatriaciones, ellos mismos conocen que no tienen documentos, razón principal de su partida voluntaria. Consideramos que el problema de Haití ha sido que no le gustó el Plan de Regularización Dominicano; aunque muchos de los nuestros aceptan.

No debe pretenderse que nuestra Patria asuma sobre un millón o más de haitianos sobre lo existente, porque nuestra pobreza quedará destruida. ¿Y ahora qué ocurrirá? En Haití dicen que no aceptarán descendientes haitianos nacidos en la República Dominicana; mientras el 30% del Presupuesto Nacional de Salud Dominicana, se usa para las parturientas haitianas que dan a luz en nuestra tierra. Así no funciona la vida, si los haitianos nacen aquí, deben siquiera ser bondadoso con nosotros; ese inmenso desnivel existente en la República Dominicana no puede continuar. Somos un país pobre imposible de cargar con la República de Haití, aunque estamos conscientes que siempre tratamos de llevarnos bien, por ser la bondad nuestra naturaleza. A Haití que abra su alma, porque somos buenos pero no estúpidos.

¿Qué pasará entre ambos países? No debe dudarse que la población de ambas naciones no se llevan de maravillas, realidad que siempre debe considerarse de gobierno a gobierno. No obstante, la inmensa pobreza nacional no conoce la historia, seguramente ignora que Haití nos dominó por 22 años, aunque debemos recordar que el pasado pasó y nunca volverá; no podemos pensar que si lo hicieron una vez podrán otra vez repetirlo. Estamos conscientes, que el dominicano del presente, no es el de años atrás, cierto que en educación avanzamos. Los nuestros son realmente valientes, estamos seguros que también en la guerra sería imposible vencernos, no le temen a nada, ni a nadie; esa realidad es verídica altamente meritoria, tanto en el hombre, como en la mujer, porque todos siempre hemos vivido y viviremos unidos, llenos de valor por nuestra amada Patria.

Dios siempre ayudará. “Muéstrame, oh Señor tus caminos; enséñame tus sendas. Encamíname en tu verdad y enséñame, porque tú eres el Dios de mi Salvación; en ti he esperado todo el día”.

Sal. 25: 4 y 5.

Es difícil comprender lo que no está a nuestro alcance. ¿Por qué? ¿Alguien está poniendo trabas? ¿Estoy yo u otra persona forzando la situación? ¿No estoy actuando correctamente? ¿No soy digno(a)? ¿Me merezco esto? ¿Alguien se está aprovechando de mi debilidad? ¿Cuándo terminará esta tortura? ¿Es que acaso no tengo derecho a? Son tantas interrogantes ante lo que no llegamos a comprender. Hablar a Dios, hablar con Dios, entrar en la intimidad de nuestro pensamiento en conexión con nuestro Padre Creador, despejados los ruidos internos y externos, nos da ese cierto alivio que no encontraríamos de otro modo. En los momentos de incertidumbre y confusión, ese diálogo puede traer paz a nuestra alma, y esperanza ante futuro. Dios no nos dejará heridos en medio del camino; Él, que redime nuestras angustias, “sacará nuestros pies de la red” y afirmará nuestros pasos en senda de justicia.

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