Tiempo para el alma

“Vivid en paz unos con otros”. Mr. 9: 50

La patria. El sudor, la entrega, la luces, el valor, el riesgo, la sangre de los hombres que la pensaron y forjaron merecen la búsqueda de la paz, una paz que nace de la justicia y la equidad, del servicio, de la administración honesta de los recursos del Estado, de la defensa de los intereses mayoritarios, del liderazgo íntegro, de servicios públicos eficientes y de calidad; de la inversión y la distribución correcta de los ingresos, de los tributos bien sustentados, de una educación integral, de las posibilidades de empleos con pagos justos, de una ciudadanía ejercida con el beneficio de sus derechos y el cumplimiento de sus deberes; de un poder gestionado sobre la base del servicio y no de servirse a beneficio de los pocos privilegiados que periódicamente acceden a él.

Una paz que no tenga la Biblia sólo como símbolo sino como guía de valores y principios, alimentada en respeto y en la autocrítica constante no para destruir lo bien concebido, sino para reconstruir lo devastado por el egoísmo, la voracidad, el deseo de más. La patria. Su paz depende de la paz que hagamos germinar en la conciencia individual y colectiva.