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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

Pío XI, investigador, alpinista y líder autoritario

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Manuel P. Maza Miquel, S.J.Santo Domingo

En el cónclave para elegir el sucesor de Benedicto XV, resultó electo Aquiles Ratti a la décima cuarta votación, el 6 de febrero de 1922. Los cardenales de la línea conservadora de Pío X y los de la aperturista de Benedicto XV llegaron a un consenso.

Ambrogio Damiano Achille Ratti había nacido el 31 de Mayo de 1857, hijo de un fabricante de textiles moderadamente próspero. Ordenado en 1879. Hombre de estudios, obtuvo tres doctorados en la Pontificia Universidad Gregoriana. El último papa investigador había sido Benedicto XIV (1740 1758). Los primeros treinta años de su vida sacerdotal: se desempeñó como bibliotecario; primero, en la Biblioteca Ambrosiana de Milán, y luego de 1911 al 1918 en el Vaticano. Sus investigaciones le ganaron reconocimiento internacional. Era un alpinista consumado.

Benedicto XV le nombró visitador apostólico de Polonia en 1918 y luego nuncio. En la recién renacida Polonia del 1919, afirmó los derechos de la Iglesia enérgicamente. Permaneció en Varsovia valientemente desoyendo el consejo de retirarse ante el avance bolchevique. Su carrera diplomática se estrelló ante el resentimiento de los nacionalistas polacos por haber sido delegado papal ante el plebiscito de la Silesia Norte, territorio deseado por Polonia. Benedicto XV le rescató nombrándole Arzobispo de Milán y cardenal el 13 de junio de 1921. El 22 de enero de 1922 fallecía Benedicto XV.

Su saludo desde el balcón exterior de San Pedro auguraba una nueva relación con el gobierno de Italia. El último saludo similar había sido ¡el de Pío IX en 1846!

Desde octubre de 1922, mandaba en Italia Benito Mussolini, líder fascista. Muchos católicos vieron en los fascistas un remedio para el caos reinante en la vida pública italiana. “Los regímenes fascistas existentes en Europa en el período de entreguerras presentaban indudablemente algunos aspectos que no podían desagradar a la Iglesia: se basaban en las idea de autoridad, orden y jerarquía, preconizaban una organización corporativa de la sociedad, exaltaban la familia y luchaban contra la francmasonería y el comunismo” (L.J. Rogier, y otros, Nueva Historia de la Iglesia V., 1984, 488).

En el período entre guerras, 1918-1939, el nacionalismo sedujo a muchos católicos con su propuesta de sacrificio por un orden superior, la alianza entre el trono y altar, el enfrentar adversarios comunes, ya fuesen liberales o socialistas. De la mano del nacionalismo, la Iglesia Católica superaba su complejo de inferioridad en la escena pública.

Dos puntos principales destacan en la agenda de Pío XI: primero, la paz de Cristo en el Reino de Cristo y segundo, la reconciliación con el gobierno italiano surgido en 1870.

Los objetivos pastorales de Pío XI se evidenciaban claramente en su encíclica Ubi Arcano del 23 de diciembre de 1922. Nacía la Acción Católica como cooperación laica con la jerarquía en la misión de la Iglesia. Se buscaba también tener una propuesta para la juventud.

Un posible arreglo con Italia ya se vislumbraba desde los tiempos de Benedicto XV, cuando en 1915, el Cardenal Gasparri, Secretario de Estado, “había dejado claro que el Vaticano no seguía manteniendo reivindicaciones sobre un gran territorio, sino sólo sobre su posición jurídica como sujeto del derecho internacional. Entonces, no obstante, toda solución del asunto se reveló imposible, ya que el rey italiano se negaba rotundamente a transigir sobre ese punto” (Klaus Schatz, 1992, 164).

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