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Integrismo, laicismo y el miedo al socialismo

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MANUEL P. MAZA MIQUEL S.J.Santo Domingo

En los tiempos de Pío X, predominaba en la Iglesia lo que se conoce por el talante integrista.

El integrista rechazaba cualquier condicionamiento temporal y la evolución histórica del pensamiento de la Iglesia. El proceder de los católicos frente a las cuestiones públicamente planteadas quedaba determinado en forma inequívoca y para siempre por la fe. Toda idea de adaptación o reforma para ir a la par con el mundo moderno era considerada como <>. La tradición eclesial en vigor era tenida como sacrosanta en todos los campos.

Con relación al mundo profano, todo aspecto de la vida que tuviera la más mínima relación con la fe o los valores supremos, ya se trate de la cultura, la política, el orden social o la economía, debía subordinarse directamente a las exigencias de la fe y por ende a la directrices eclesiástico- jerárquicas.

En la práctica, el integrismo era una clara opción por las estructuras conservadoras o paternalistas, es decir, en contra de la democratización, los sindicatos y la emancipación de las clases pobres. Ya vimos con qué severidad fue combatido el modernismo, pues bien, se consideraba modernismo práctico todo cuanto aspirara a la emancipación obrera, la autonomía de los seglares, y cualquier tentativa de sustraer la acción política o social de los católicos a la dirección inmediata del magisterio eclesiástico.

Según Schatz, “tanto los miembros de la curia romana como el propio Papa Pío X estaban imbuidos de esta mentalidad” (1992, 153).

En los antípodas del integrismo se encontraba la postura laicista, popular en los medios políticos y culturales franceses, resueltos a sacar a la Iglesia del campo de la educación y de la política. En 1904, Francia aprobó una ley sobre la enseñanza y sobre las asociaciones que reprimía la actividad de las órdenes religiosas.

En 1905, el gobierno francés estableció la separación de la Iglesia y del Estado, afirmó el carácter laico de las instituciones públicas. De un golpe clausuró 12,000 escuelas católicas, pasó a expropiar los bienes de la Iglesia, incluidas las iglesias, y los locales parroquiales. Pío X protestó el 11 de febrero de 1906 en su encíclica Vehementer Nos. Francia y la Santa Sede rompieron sus relaciones diplomáticas. , Se había creado una nueva situación en la Hija Mayor de la Iglesia.

Disminuyeron drásticamente las vocaciones sacerdotales ante las fuertes tendencias secularizadoras imperantes en Francia. Pero en adelante, los obispos franceses serían nombrados directamente por la Santa Sede sin ninguna injerencia gubernamental. Los católicos franceses cerraron filas junto a sus obispos, religiosas y presbíteros.

A la larga, la situación de la Iglesia en Francia mejoró. Durante los años 1906–1914, a pesar de la incautación de la mayor parte de los bienes eclesiásticos, se construyeron más iglesias que durante todo el siglo del Concordato (1801–1901).

Solamente en París, se construyeron ¡más de 100 iglesias católicas! En 1910, Pío X condenó Le Sillon, un movimiento juvenil francés de signo católico, democrático e izquierdista favorable a la república.

Marc Sangnier buscaba la emancipación de las clases humildes. Veía a Jesús sobre todo como un liberador de los pobres. Pero el catolicismo de Sangnier era pura cáscara vacía.

En Italia, se fue dando un acercamiento paulatino de los católicos a la vida política ya menos apasionada.

Se temía al socialismo, a la Francia laica y antirreligiosa. Aun así, en su encíclica Il Fermo Propósito (1905), mantuvo que no era conveniente (non expedit) que los católicos participaran en política. Por el momento, impidió que se constituyera en Italia un partido de inspiración católica. Pero se impulsó a los católicos a que votaran a los candidatos liberales dispuestos a responder a las líneas de la Iglesia.

Hombre noble y sensato, Pío X palpó la inminencia de la Primera Guerra Mundial. Otro papa la enfrentaría.

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