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VIVENCIAS

Salmos y repatriaciones

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Juan Francisco Puello HerreraSanto Domingo

Cuánta tinta y papel se habrá gastado o malgastado en los diarios que circulan sobre las repatriaciones de los ciudadanos haitianos. Se profieren acusaciones, endosando la tragedia haitiana fruto de un “Estado fallido” a los dominicanos, cuyos gobernantes y clase acomodada, nunca han asumido su responsabilidad. Una “nación” que no puede identificar o empadronar a sus ciudadanos porque carece de un registro confiable donde se asienten los nacidos en su territorio y fuera de éste, no puede exigir el respeto de los demás.

Niegan la ciudadanía haitiana a los nacidos en territorio dominicano de padres haitianos, considerándolos apátridas, y son incapaces de identificar a los nacidos en su territorio. El pueblo haitiano es digno de una mejor suerte, sin embargo, entiendo, que la República Dominicana no debe pagar por la apatía de una clase gobernante haitiana que parece haber salido de las oscuras cavernas de la indolencia. A todo dominicano, le corresponde defender su patria de cualquier amenaza foránea.

La Palabra de Dios siempre oportuna, se pregunta en el Salmo 14 ¿quién puede hospedarse en tu tienda? Y la respuesta es, el que tiene intenciones leales. El Salmo 144 es una súplica al Dios de las alturas para que tienda sus manos, y salve al afligido de las aguas turbulentas y de las manos de los hijos de los extranjeros cuya boca dice mentiras, cuya diestra jura en falso. Cada hijo de esta tierra bendecida por Dios, debe ser pilar labrado, columna fuerte en la que hay que sustentar nuestra nacionalidad e identidad que jamás debe ser negociada. Por lo que, si alguien pretende abrir brechas que amenacen nuestra patria, procuremos sin lamentos, salir de las aguas turbulentas con la frente en alto, dispersando a los falsos y perjuros, ocasionándoles la mayor de las derrotas.

El Señor es fiel en todo lo que hace, leal en todas sus acciones y no permitirá que su nombre santo, que es fuente de paz en esta tierra de firme creencia en un único Dios, sea objeto de calumnias, y mancillada, con costumbres que no son de su arraigo. ¡Que nuestra boca alabe al Señor y nos libre de cargar la irresponsabilidad de otros!

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