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EL BULEVAR DE LA VIDA

Una patria no se construye sola

¡Maestras! Ellas sí que son patria, y sin saberlo son bisnietas del apóstol Martí, porque para ellas ha sido la vida ara y no pedestal, su vida ha sido una patria entre libros. Servir para ser útil, y hacer, que es la mejor forma de decir, para seguir con el apóstol. Estoy hablando de las tres maestras que esta semana el gobierno reconoció en el Palacio Nacional con la Medalla al Mérito Magisterial.

Isabel, Albania y Milagros. Tal que, muy posiblemente, el país no sabe quién es Ysabel Yolinda Thomson; desconoce dónde vive Clara Albania Hernández Mena; de seguro que el nombre de Milagros Quezada no le dice nada... Pero resulta que un país es lo que ama, ay, es lo que admira. Y este país ni admira ni ama, y ni siquiera conoce a sus grandes héroes, anónimos como el bien, ignorados como el futuro.

Aquí, en aloque full y alienación mortal, hemos superado la frase del maestro Pedro Henríquez Ureña: No somos capaces de admirar a nuestros grandes vivos, ni siquiera cuando son ya nuestros grandes muertos. Claro que esto tiene como excepción al Profesor Juan Bosch o al Dr. José Francisco Peña Gómez, pues blancos y morados -quizás por remordimiento o por vencer sus sentimientos de culpa- ahora quieren homenajear a sus padres fundadores, líderes inspiradores, colocando sus nombres a escuelas, hospitales, carreteras, aeropuertos, como si el mayor y mejor homenaje no fuera seguir su ejemplo.

Y así nos va. Una patria es lo que ella ama y a quien ella admira. Una sociedad es tan humana como lo son sus hospitales y tan espiritual como sus cementerios. En fin, que este merecidísimo reconocimiento a las maestras Ysabel, Clara y Milagros, no hace más que recordarnos el país bullanguero y bailapenas que somos, donde nadie conoce a sus héroes, pero las grandes masas enardecidas deliran tras un señor cantor cuyo verso fundamental de inspiración borgiana, dice: “Ella no me quiere, pero le guta como yo le doy”. No son los versos de José Antonio Rodríguez o Manuel Jiménez los que inspiran a las grandes masas nacionales en mitines, salones o puticlubs, sino la maledicenia verbal de unos señores tan impresentables como admirados. Por eso, ofrezco esta fiesta de bulevar en viernes a estas tres hacedores de patria, sin poses ni patrioterismo fantoche. Gracias por servir y hacer, por soñar y construir, por ser maestras. Gracias.

Y a propósito de Patria. Y hablando de patria, justo ahora que el Estado dominicano padece el descrédito internacional, -(no por deportar extranjeros ilegales)-, sino por haber establecido durante décadas un sistema de producción en los sectores agropecuario y de la construcción basado en la mano de obra ilegal y por ilegal barata y sin derechos para, con una sentencia de su Tribunal Constitucional pretender despojar de la nacionalidad dominicana a los hijos y nietos de esos inmigrantes que por 50 años han estado construyendo el país y sosteniendo con su trabajo duro la economía dominicana; justo ahora, cuando correctamente anda el actual Gobierno por el mundo (mejor tarde que nunca) explicando que con su Ley de Naturalización y su Programa de lo mismo está dando solución al drama humano que esa sentencia desnudó con racistas y antihumanas pretensiones; ahora, que gobiernos y empresarios de los últimos 50 años han creado el drama político que para el país significa que su economía dependa de la mano de obra ilegal extranjera; ahora es un buen momento para hacer algunas recomendaciones sobre el patriotismo auténtico:

Patriotismo auténtico. Iniciemos diciendo que eso de defender la Patria es mucha gente, mejor comience usted por amar y defender a sus cercanos, a sus hijos, la familia, esa mujer, el vecino, los tigres del barrio, los amigos de la peña; a la muchacha que cocina, al cantinero amigo “del bar de la esquina”. Importante también, para ser y hacer Patria, es pagar sus impuestos, pagar el doble de salario a un nacional (si lo encuentra) para así evitar contratar extranjeros sobre todo indocumentados. !Ande usted! !Venga ya! Si vamos a hacer y a defender la patria, que el sentimiento llegue más allá del Río Masacre, oiga usted, que las patrias no se construyen solas.

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