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Podrían pensar

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Marino Vinicio Castillo R.Santo Domingo

Dentro del pacto implícito que nos destruye, queda por saber quién saldría vencedor. Los mastodontes miopes, que dirigen y amparan el siniestro Patricidio, en su brutal torpeza de siempre, podrían vanagloriarse de que, al fin, lograron un acomodo, un alivio, a las penurias de la nación más pobre de América, al tiempo de llevarla de la condición de Estado fallido a la versión de ser parte de un novedoso y esperpéntico Estado Binacional. Genial ensayo de aceleración de muchos “talentos sin probidad” de los que hablara Bolívar, el libertador de pueblos. Desde luego, en su miopía, afirmarán que no serán tales los daños de la otra parte del territorio refundido y que, después de todo, esa parte del este de la isla también estaba camino del colapso, pese a sus falsas euforias de crecimiento, progreso y desarrollo. En todo caso, responderían los mastodontes ante nuestras quejas, que sigue siendo válido aquello de que “la mona, aunque la vistan de seda, mona se queda”. Hay que recordar que estamos en tiempo de humillaciones. Irán tan lejos sus desprecios que ni aún nuestros bosques, ríos, valles y montañas pasarán a ser pesar del mundo, una vez corran la suerte de cuanto ha ocurrido en el erial vecino. En fin, los mastodontes del Patricidio “salieron del paso” de aquel fracaso de la comunidad internacional que todavía dicen representar. La tierra misma tuvo que trepidar iracunda, buscando conmover su misericordia, que se expresó en palabras ciertamente, pero que en hechos se convirtió en agua de borrajas. Ahora bien, en honor a la verdad, la asombrosa inteligencia del Alto Comisionado optó por un regalo mejor: acelerar la entrega de un nuevo país. El nuestro, claro está, que no deja de ser valioso a esos fines. Vencimos, dirán los mastodontes, porque el daño que hemos podido hacer y poner en marcha hacia futuro se compensará con el bien que hemos hecho en nombre de la humanidad, que es la que, en definitiva, no puede ser traicionada. Eso de patria es un adefesio de viejas y caducas reminiscencias. Se la puede destruir y crear e innovar otras, en nuevos territorios, entre un coñac y un habano, como diría la otra inteligencia superior, como la de Churchill, al referirse a la Mesopotamia, cosa que no pudo llegar a ver en los términos actuales. Insistirán los mastodontes en reclamar un aplauso del mundo, además, pues lo han librado de la amenaza de esa ébola demográfica que tanto ha turbado con su trágico peregrinaje migratorio. Esto así, aunque se hayan duplicado los riesgos de que prosigan los éxodos indeseables. Si llegare a ocurrir esto, piensan que bastaría confinar las dos tribus en el vicio que entraña ser puerto libre, que es lo que en realidad merecen. Pero bien, hay otras vertientes de victoria en el pacto implícito que la constituyen el comercio y sus negocios. Ahí es más simple el cálculo del éxito: “Si vendemos a más, venderemos más y ganaremos más”. Estupenda aritmética la del beneficio. No importa que alguien ande por ahí de zonzo, hablando mal de la mano invisible del mercado, que es nuestra consigna y suponiendo que hay otra mano invisible, pero muy larga, como la del crimen, que aunque está reconocido formalmente como alto peligro de la humanidad, puede ser un buen socio estratégico. Solo habría que cuidar los diseños de los joint-ventures y asi declararnos vencedores en la conquista del Estado Binacional. Eso es todo. Nuestros esforzados y valiosos nuevos asociados están felices. No importa que se diga de ellos que son pantallas de paja de otros riesgos de capitales de gran calado que navegan en mares de lágrimas y sangre. En fin, lo más importante que queda por determinar es si será aquella tercera parte del pacto implícito, la otra oscura dimensión del crimen organizado, la que podrá pensar con acierto, que la victoria final le pertenece por encima de la miopía complicitaria, tanto de los mastodontes como de la gente de negocios. El júbilo verdadero, sin preocupaciones de ningún género lo sentirá el virtual Estado paralelo que se montará al engendro del binacional. Y ha sido así en el Oeste. Sólo le falta completar la tarea en el Este, una vez se consumare el Patricidio. Podrán decir desde ese litoral sombrío: al fin y al cabo nosotros somos la transnacional mayor hacia futuro; ésto es un gran paso, sólo tenemos que enmendar al poeta nacional del Este y comenzar sus versos inmortales de este modo: “Hay una isla en el mundo situada en el mismo trayecto del sol”Ö “Regalo de la geografía, para nuestra felicidad”, diría el crimen. Desde aquí operaremos mejor para la salud del mundo. Sin olvidar que podremos salir de los grises de nuestros paraísos fiscales y llegar a plena luz, en la nave de lo lícito, a compartir con nuestros generosos asociados, riquezas y oportunidades, que nosotros controlaremos, desde luego. Será nuestra ventaja, que no tendremos que traer personal de apoyo para versar sobre las cuestiones económicas y políticas porque ya lo tenemos en relaciones anticipadas; muchos de ellos que han trabajado con tanto acierto y abnegación para que todo ésto sea posible. De los niveles de paz, asimismo, nos encargaremos como siempre; de la composición del poder político seremos garantes; en fin, un verdadero paraíso de seguridad y progreso que ya tiene la bendición de parte de las madres mafias de la península del sur de Europa. Donde reside otro imperio. Y una ventaja comparativa más sería que ofreceremos lo mismo que ofreciera el UCK (Movimiento de Liberación Nacional de Kosovo) que nos permitió quedarnos como una garantía de la paz, sin que se reparara en que toda la droga del cercano Oriente, del África y de la Ruta de la Seda, pase por allí bajo control y dirección de la sañosa organización Albano-Kosovar que tiene la misión de abastecer esos mercados excelentes. Los mastodontes se encargarán de la propaganda en sus estadísticas y en sus informes, a fin de que su criatura binacional no sea desacreditada mundialmente, porque se habrá de conservar como una joya de la arquitectura dedicada a hacer y deshacer estados y naciones. Ante una desgracia tan extensa debemos considerar los dominicanos que no se nos permitirá jamás usar aquella expresión máxima de la tranquilidad y el descuido “Nada nuevo bajo el sol”. Tendremos que ser el grito, más que el gemido, para avergonzar al mundo del error, más que crimen, que se ha cometido en su nombre. Les haremos conocer, más que recordar, nuestra índole a todos los convocados en el oprobio del pacto implícito y sus demoniacas maquinaciones. ¿Cuándo? Ya. ¿A cargo de quién? Del pueblo, según se lo vayan proponiendo las durezas del destino. Claro está, Dios por delante. Como siempre ha sido.

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