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“El Che me quería”, dijo Pichirilo

II

El malestar que le causó a Pichirilo el allanamiento a su casa y la incautación de armas de guerra que almacenaba para los futuros combates contra Trujillo, estimuló su inveterada vocación a expresarse críticamente en todos los escenarios, tratándose como lo era él, un héroe de la triunfante revolución cubana, pero Pichirilo no comprendía los difíciles momentos que se vivían en Cuba en los que se atentaba diariamente contra el proceso histórico que él había ayudado a materializar.

La “lengua” del dominicano era imparable, incluso haciendo alusiones al “caballo” como él llamaba a Fidel Castro. Laboró en varias instituciones, hasta que el Che Guevara con la finalidad de protegerlo, se lo llevó al Ministerio de Industrias, y lo puso a trabajar a su lado, pero Pichirilo no cesó en sus quejas y pedimentos de que le devolvieran las armas.

Hay que ubicarse en ese tramo de la historia cubana (1960-61), la voladura del vapor La Coubre, sabotajes en todo el país, quema terrorista de la famosa cadena de tiendas “El Encanto”, surgimiento de guerrillas anticastristas en las lomas del Escambray, quema de cañaverales, invasión de Playa Girón, para tener una aproximación de la gravedad del momento vivido y de las medidas extremas, algunas injustas que tomaron las autoridades cubanas para preservar su revolución socialista.

Pero Pichirilo no poseía entre sus activos cognitivos el aval de una cultura política sólida ni de una formación ideológica, era un guerrero valiente, un antitrujillista probado, un revolucionario silvestre, pero no un pensador ni un analista. Un día, abrumado por los informes de los servicios de la “inteligencia cubana”, el Che mandó a buscar a su despacho a Pichirilo. La historia de esta conversación histórica, la narró el propio Pichirilo a su amigo entrañable, Joaquín Basanta, quien la relata en una especie de “memorias” sobre Pichirilo.

Basanta era un argentino sublime, revolucionario intenso y solidario, muy comprometido con la revolución cubana, y amigo devoto del profesor Juan Bosch, a quien había conocido en el exilio. Basanta conoció y trató a Pichirilo en Cuba y en el país. Sus notas son valiosas y nos confi rman los datos posteriores sobre el destino de Pichirilo. Joaquín Basanta fue el esposo de la Dra. Milagros Ortiz Bosch, y padre del gran artista de la producción cinematográfi ca, nuestro admirado y dilecto, Juan Basanta.

“El Che me quería”, le dijo Pichirilo a Basanta, cuando le narró el encuentro, en el cual, el Che, de manera ríspida, en el lenguaje que entendía Pichirilo, le dijo, “Oye Pichi, ¿tú no puedes dejar de hablar tanta mierda?”. El Che se quejó de que Pichirilo seguía criticando y no detenía la lengua.

El Che le planteó la conveniencia de que Pichirilo saliera del país por un tiempo, que se tomara una especie de vacaciones, y en tono profético, apostando a un “cisne negro”, le dijo, que “a lo mejor en ese tiempo, aparece un lío por ahí en Santo Domingo, y te metes de lleno”, (el lío que el Che sugirió era la guerra de abril de 1965, que ni el Che ni Pichirilo pudieron suponer).

Pichirilo le dijo que de ninguna manera se iba de Cuba. El Che le dijo que era una orden, que él le arreglaba los documentos de viaje y que se fuera por su propio bien. Al parecer Pichirilo entendió después, que el Che lo estaba salvando, porque siempre que pudo, en Santo Domingo, hablaba con cariño del Che, hasta que el Che lo mandó a buscar, en los preparativos de su proyecto guerrillero en Bolivia, misión para la cual, Pichirilo, exhibió una inusitada alegría, la sola idea de reencontrarse con su amigo que lo quería, el Che, aunque no tenía idea dónde iría fi nalmente.

El Che se encontraba desde el mismo 24 de abril en El Congo, pero se enteró de los trascendentales sucesos de Santo Domingo y de la intervención militar norteamericana, así como de las noticias que lo ubicaban en República Dominicana. Y repasando las informaciones, supo que entre los combatientes civiles dominicanos, el más destacado y mencionado, por su fi ereza en el combate, era Pichirilo, quien había encontrado el “lío” histórico que le profetizó. Abril del 65 puso a Pichirilo en la cabeza del Che. Para sus fi nes continentales, Pichirilo era un símbolo internacionalista y tenía la actualidad histórica de los sucesos de Santo Domingo. Sólo el azar impidió que el Che y Pichirilo, juntos, cruzaran la barrera de la historia, como cóndores en los altozanos de la cordillera de los Andes.

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