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Tiempo para el alma

“¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz!”. Lc. 19: 42. Cuánta tristeza embargaba a Jesús cuando exclamó su dolor por la indiferencia de su pueblo, mirando con augurio desalentador a Jerusalén. “¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz!” ¿Cuál es esa vía? ¿Cuáles son esos medios? ¿Cuáles las coordenadas? ¿Cómo llegar a la paz? ¿En qué pensaba Jesús al momento de expresar esta frase que suena, que sabe, que se siente como un suspiro triste y reflexivo? Él hablaba del desconocimiento de su pueblo respecto de su naturaleza divina, una negación que corta el cordón umbilical de la salvación. Hoy día es igual, ¡si al menos comprendiéramos lo que conduce a la paz! Podríamos encontrar caminos. Me atrevo a aportar algunos. Ustedes, mis queridos lectores, completen la lista: llenar nuestros huecos espirituales (les confieso que con Jesús, es la mejor opción), ser tolerantes y empáticos, eliminar los prejuicios, respetar las ideas, amar, valorar a los demás, ser felices con lo que somos y tenemos, y no infelices por lo que nos falta; ser agradecidos, disfrutar las pequeñas cosas y nunca perder la esperanza.

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