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COGIÉNDOLO SUAVE

Errada creencia

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Mario Emilio PérezSanto Domingo

Fui testigo de una conversación sostenida entre una pareja de esposos cuarentones en año de la década del noventa. --Esta mujer -dijo el marido señalando a su cónyuge- tiene un complejo de jovencita, y se inscribió en un gimnasio, donde la ponen a hacer ejercicios con pesas y a dar carreras, pero de nada le va a valer, porque cuando se cruza la barrera de los cuarenta, las carnes no se endurecen. --Eso quisieras tú, buen sinvergüenza, para echarme a un lado y cambiarme por una jovencita, pero ese gusto no te lo vas a dar; es más probable que sea yo la que te deje cuando te crezca la barriga por la cerveza, y las canillas y el pechito continúen petisecos. Esa es una combinación física difícil de ver y de soportar- respondió la esposa, con sonrisa burlona que no se le quitaba del semblante. --Si te sería difícil hacer el levante de un hombre cuando no has llegado a los cincuenta, después de esa edad no se fijaría en ti ni un viejo con el pecho y las piernas que describiste- dijo el hombre, celebrando su ocurrencia con una carcajada ruidosa, que provocó un ¡puá! en labios de su pareja. --Como la que está mejorando su cuerpo soy yo, haciendo ejercicios y aguantando la boca, mientras tú usas el carro hasta para ir al supermercado que está a menos de doscientos metros de aquí, veremos quién bota a quién. --Recuerda que el hombre, si tiene dinero para gastar en cantidades algo más que moderadas, encontrará jovencitas que le hagan fiestas, mientras que las mujeres, cuando los senos se aproximan al ombligo solamente reciben miradas apenadas y burlonas de los varones, sobre todo de los jóvenes. La discusión se prolongó durante una media hora, tiempo en el cual permanecí callado. Unos veinte años más tarde, al enterarme del divorcio de los amigos, llamé al celular de mi congénere, cuyo vozarrón hirió mis oídos. --La causa del rompimiento fue una tineyita con la que convivo en un apartamento estudio. Con los años mi mujer dejó el gimnasio y las carnes se le aflojaron; o sea, que fui un hombre mal tallado con hembrota cuarentona, y ahora sigo siendo deforme, pero con otro hembrón más lozano y de mejor ver. Quedó demostrado que mi ex se fue de nalgas con su cálculo errado. Corté la comunicación para no darle salida a las palabras insultantes que cruzaron por mi mente.

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